El síndrome de Michael Bay ha cundido y ha hecho escuela en Hollywood. No nos referimos al otrora director de video clips de bandas de rock como Great White o incluso al de “La Roca” (1997), tal vez lo mejorcito que hizo antes que el mundo de los efectos especiales se deglutiese por completo los guiones y el balance de sus realizaciones. El responsable de la intragable saga de Transformers sigue influenciando a otros jóvenes devenidos en directores que hacen su trabajo como si el cine fuese un Italpark, un parque de diversiones en donde las luces, los trucos y el ruido ensordecedor son las estrellas exclusivas. Lo de "ruido" en este estreno no es un eufemismo dicho sea de paso. Uno anhela salir un rato de la sala y bien puede hacerlo quien vaya a ver esta película. No se perderá nada y sus tímpanos se aliviarán. ¿O acaso no recuerda la sensación de agradecimiento de sus oídos cuando se alejaban del aquel predio de los autitos chocadores, el zamba y el tren fantasma en pleno centro de la ciudad?
Pues la réplica exacta de esa sensación será la que sientan los espectadores de “Godzilla: el rey de los monstruos”, la segunda parte de aquel relanzamiento de 2014. Se dará cuenta el lector que el hecho de tener un título que define al súper-lagarto como “el rey de los monstruos” implica que hay varios bichos sobre los cuales ha de imponer su monarquía. Prepárese entonces para la presencia de gigantes de todos los colores.
Pero todo arranca con los Russell. Andan separados ellos. Por un lado Mark (Kyle Chandler) anda investigando especies y sonidos mientras que Emma (Vera Farmiga) y la hija de ambos, Madison (Millie Brown) están juntas porque mamá terminó de diseñar un dispositivo capaz de captar la frecuencia de sonido de las bestias (como si pudiesen dialogar). Tiene sus pros y sus contras esto, pero las explicaciones no importan demasiado porque para cuando parecen llegar, los bichos aparecen por todo el planeta para romper todo y a todos. El elenco trata de hacernos creer que entienden lo que está pasando pero luego llegarán transiciones (cortas) como para aclarar lo que haga falta así que promediando la cinta escucharemos, de parte de la Dra Russell, una larga y torpe bajada de línea ecológica. “Somos el virus de este planeta y ellos están para equilibrarlo”, “Ellos son los verdaderos dioses”, y cosas por el estilo. Un endeble pretexto para justificar todas las acciones de la segunda hora de Godzilla: el rey de los monstruos.
Michael Dougherty logra un producto de innegables prodigios técnicos en términos de diseño sonoro, edición, efectos visuales, etc, pero adolece de verosimilitud además de agregar información que no se desarrolla. Las deducciones de los personajes son simples enunciados, algunos de los cuales rayan el ridículo. “Si las piedras hablaran, las cosas que nos dirían” escupe un actor en medio de la debacle. Es decir, está todo tan tirado de los pelos que pareciese dar lo mismo si los monstruos salieron de adentro de la tierra o de la parte de atrás de un piano Steinway. Al dar todo igual, pese a la grandilocuencia técnica que probablemente conforme a más de uno, y la aparición de los monstruos que los fans esperaban ver, Godzilla aburre mucho en lugar de entretener.