La idea es que la razón puede dominar al monstruo, pecado intelectual expandido durante el siglo XX en todas partes.
Quizás sea un comentario demasiado detallista, pero una de las virtudes de esta película es que las peleas entre monstruos gigantescos se entiendan. Mover tales masas digitales e integrarlos con los actores es una hazaña tecnológica que sacude el tedio de la trama.
Pero lo molesto del asunto es que tenga una idea importante que se disuelve con la historia de la familia que sana sus heridas a través de la locura primero y del sacrificio, después. La idea es que la razón puede dominar al monstruo, pecado intelectual expandido durante el siglo XX en todas partes.
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Se verá al final de este film que la cosa es bastante relativa y que ese “dominio” implica volverse sus mascotas. Ese tema, que podría darle un peso grande a la película, se pierde en pos del puro movimiento y de algunas imágenes casi alegóricas. Módica gigantomaquia llena de ruido y furia que no significa gran cosa (pero se ve bien).