Errar es humano, ¿Perdonar es divino?
Tras el estreno del último reboot de Godzilla (2014), una de las más fervientes (e injustas) críticas hacia la película era el escaso tiempo en pantalla del reconocido kaiju. La dilatada secuela Godzilla: El rey de los monstruos parece una respuesta a ese reclamo mostrándolo en todo su esplendor casi desde el primer minuto, a la vez que suma a otros famosos titanes a escena. Sin embargo, este nuevo capítulo del “MonsterVerse” solo asevera el verdadero problema de su predecesora: la ausencia de un personaje humano moderadamente interesante.
La historia se sitúa cinco años después de la anterior, con el mundo todavía recuperándose del despertar de Godzilla y las devastadoras consecuencias de su batalla contra otro de aquellos monstruos. Atemorizados, los gobiernos del mundo se debaten sobre si aniquilar o no a todas las criaturas que la agencia Monarch mantiene cautivas (por alguna razón) en distintas bases de investigación alrededor del mundo. En el medio de todo esto, nos encontramos con la Dra. Emma Russell (Vera Farmiga), una científica de esta misma agencia que desarrolló un aparato capaz de comunicarse, e incluso “controlar” a las bestias. Pronto, este descubrimiento la pone en la mira del eco-terrorista (Charles Dance) quien quiere utilizarlo para activar a todos estos seres ancestrales y que se desate la batalla final (por alguna razón). Y es así que cuando el ser ancestral Ghidora, una suerte de despiadado dragón de tres cabezas, despierte para querer ejercer su reinado del terror, la única esperanza de la humanidad será que pueda vencerlo el, al menos por ahora, benévolo y legitimo rey Godzilla.
Esta película cuenta con un extenso y talentoso reparto, que lamentablemente se encuentra casi totalmente desaprovechado. Incluso la fragmentada familia Russell que se pretende funcione como ancla emocional del film, sufre de un pobre y extraño desarrollo. Emma y Mark Russell (Kyle Chandler) terminaron separados tras no poder superar la pérdida de uno de sus hijos, a causa del propio Godzilla. Este trauma no le brinda un interesante contexto a sus personajes, sino que se usa como mera justificación para las muchas decisiones que irán tomando, las cuales se dividen en ilógicas, forzadas o particularmente convenientes para la trama. Por el lado de su hija Madison (Millie Bobby Brown), ni siquiera le otorgan un mínimo de profundidad a lo que le puede provocar tener a tan desastrosos padres.
Ahora bien, quizá el aspecto que sea menos reprochable de este blockbuster sea el gigantesco espectáculo que brinda. Desde el ya mencionado Godzilla, pasando por las nuevas incorporaciones Mothra, Rodan y Ghidora, todos son impactantes visualmente. Los efectos digitales son de primera categoría y se nota el peso de presupuesto en este aspecto. De hecho, contando con motivaciones simples y directas son personajes que salen mejor parados que sus contrapartes humanas. Desafortunadamente, las batallas entre ellos en ocasiones son difíciles de seguir, como si la misma dirección se contagiara del desorden y el caos que sus presencias provocan.
Godzilla: El rey de los monstruos es una película confusa, que se luce en sus momentos grandes pero falla en los pequeños. Para una película que concentra mucha de su atención en mostrar el enfrentamiento de “dioses”, sería conveniente que la próxima vez no descuiden tanto el factor humano.
*Review de Javier Puma.