A través de los años tanto Godzilla como King Kong supieron tener diferentes adaptaciones en el cine y la televisión. Algunas más certeras que otras, pero primando en todas el espíritu lúdico con el que fueron creados, demostrando en ellas, la pequeñez del hombre ante la magnificencia de semejantes criaturas. En esta oportunidad, y tras los hechos acontecidos en las precuelas respectivas (Godzilla -2014-, Kong, la isla calavera-2017), el esperado enfrentamiento de estas dos moles no se hace esperar demasiado en el largometraje, un relato sobre seres solitarios que, de alguna manera, saben que estos monstruos, en el fondo, revelan la peor parte del ser humano, aquella que quiere explicar y contener lo inexplicable. Un elenco de figuras acompaña a las bestias, con personajes trazados con pinceladas grotescas, exageradas, que lo único que hacen es resentir las buenas intenciones de una historia que por momentos entretiene y por otros, en lo exagerado y ridículo de todo, remite a episodios animados de Mazinger Z o la propia saga de Godzilla, y no mucho más que eso. (Rolando Gallego).