Apalancado en el reboot de Godzilla allá por 2014, el Monsterverse parece haber llegado a su máximo esplendor con el estreno de este tanque comercial aún en tiempos pandémicos. Si bien los estudios Toho ya habían cruzado a estos titanes en los años 60, esta nueva versión llega fortalecida con niveles de presupuesto faraónicos y con toneladas de inversión en publicidad.
Sería muy ingenuo aislar el éxito de esta película del contexto que vive el planeta. El hastío y la frustración de convivir en una época signada por un virus mortal de alta contagiosidad no es poco. Hasta el mayor de los optimistas vive hoy momentos grises. Godzilla vs. Kong nos invita a olvidar durante 2 horas aquella sensación de agobio. Este carnaval grotesco de efectos especiales, si bien no alcanza ni remotamente a contar una historia interesante, al menos es efectivo con su proposición más elemental.
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Aunque no sea excluyente haber visualizado los films precedentes, sí es cierto que hay elementos importantes que vuelven a resurgir. Tras "Godzilla 2...", el planeta había quedado semi destruido y el propio Godzilla había sido glorificado tras acabar con el inexpugnable Ghidorah.
Al comenzar esta película todo parece haber cambiado. Vemos un Godzilla desatado, atacando a una organización de nombre Apex y un grupo de científicos que ve en Kong la única forma de poder hacer frente al monstruo. ¿De qué forma? Básicamente usarlo como carnada para llegar a una fuente de energía ubicada en la llamada "Tierra Hueca", hogar originario de los titanes.
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Toda esta explicación que se vuelve insostenible argumentalmente, hace que por momentos nos distraigamos de lo que vinimos a ver. Y es que los personajes humanos están tan mal desarrollados que cada vez que se enfrentan los titanes, el disfrute se vuelve doble. Es una bocanada de energía ante tanto palabrerío inconducente. Es lo que se buscaba y lo que se recibe. Son ¿30? ¿40 minutos? que valen la pena. El pequeño inconveniente es que los otros 90 son totalmente desechables.