Para mucha gente Godzilla vs Kong representará el regreso a las salas después de un año, ya que habían visto previamente los últimos estrenos y esperaban esta producción en la pantalla grande.
La buena noticia es que el director Adam Wingard no decepciona para nada con este encuentro entre los dos monstruos clásicos y proporciona un cierre muy digno al Monsterverse de Warner.
No hay escenas post-créditos y parecería que todo termina acá y está bien que así sea porque tampoco se puede estirar mucho más el concepto de la saga.
Si disfrutaron Godzilla 2 y no le dieron bolilla a los críticos que le pegaron por su "calidad argumental y falta de rigurosidad científica", no hay modo que la pasen mal con la nueva entrega que tiene algunos momentos formidables.
Sobre todo tras las abstinencia que había de este tipo de espectáculo producto de la pandemia. Wingard construye muy bien el duelo de los dos protagonistas con una trama sencilla donde los monstruos cuentan con una presencia generosa.
Por momentos queda la sensación que el director tiene cierta predilección por Kong a quien establece como la figura heroica del conflicto. El mono es claramente el alma del film y el personaje con el que el relato genera una empatía emocional.
Por el contrario, a Godzilla esta vez se lo nota más ofuscado con la humanidad, como si lo hubieran sometido a una función continuada del Snyder Cut de la Liga de la Justicia.
De todos modos es importante destacar que Wingard lo respeta muchísimo y sobresale en algunas secuencias que son imponentes desde la puesta en escena. En lo referido a los personajes humanos la historia presenta dos bandos que siguen y apoyan a los protagonistas.
El equipo Kong fue el más beneficiado con ese tándem estupendo que conforman Alexander Skarsgard, Rebecca Hall y Kaylee Hottle, la nena que establece un vínculo personal con el mono y representa de alguna manera la versión tierna de la clásica dinámica de la bella y la bestia.
De todos los roles humanos que hubo en el Monsterverse estos tres (opinión personal) para mí fueron los mejores. Cuando la película no se concentra en la acción llevan adelante muy bien la trama y tienen química entre sí.
Por el lado de Godzilla lamentablemente no se puede afirmar lo mismo. Millie Bobby Brown y Julian Denninson (el pibe de Deadpool 2) dejan sabor a poco y por momentos hasta resultan una molestia, porque tienen una subtrama aburrida.
Tampoco los ayuda la incorporación de Brian Tyree Henry, quien compone un personaje que parece haberse escapado de una entrega de los Transformers de Michael Bay. Su finalidad de aportar humor es un desastre y todos los chistes que hace no sólo no tienen gracia, sino que se sienten forzados.
Cada vez que la trama se enfoca en ellos surgen las ganas que la narración vuelva con el equipo Kong o los bichos.
Damián Bichir por su parte compone un villano funcional a la película en un rol que saca adelante con mucha dignidad. Con repecto a la esperada pelea, hay tres rounds donde Godzi y Kong se van a la manos y lo interesante de la película es que presenta un claro ganador.
Cuando el film entra en el terrero de la Wrestlemania bizarra y la destrucción masiva de ciudades es la gloria y en materia de realización la labor del director es impecable.
Sobre todo en los últimos 20 minutos cuando Kong sorprende con un estilo de lucha que sigue la escuelita de Hulk Hogan o Rubén Peuchele. Desde la realización la pelea final es una locura y le da al público lo que se espera de este tipo de propuesta.
Vuelvo a repetir algo que mencioné en las reseñas previas de esta saga. Con todas las objeciones argumentales que se le quieran hacer, este Monsterverse de Warner y la productora Legendary le pintó la cara a todo lo que hicieron los japoneses en los últimos 25 años.
Salvo por Shin Godzilla, del 2016, que tuvo un poco de corazón, el resto de las producciones asiáticas fueron muy inferiores a las películas hollywoodenses y es justo reconocerlo. En resumen, si la estaban esperando a disfrutarla ya que para los seguidores del género es un gran entretenimiento.