A medida que fueron pasando los años en la escritura de mis reseñas para este sitio, dejé de usar la expresión “apagar el cerebro” y sus afines.
No me parece que su uso sea correcto por más de un motivo, pero el principal es porque creo que toda película debe ser pensada y analizada, aún las más simples y tontas.
Pero ahora me veo en la situación de volver a emplear la infame frase porque no se me ocurre una declaración más acertada que esa para manifestar lo que sentí mirando Godzilla vs Kong.
De repente no solo me distraje, lo cual hago siempre que una película me gusta, sino que entendí que para disfrutarla tenía que no analizarla en el momento, no buscarle explicaciones ni nada.
La vi en el IMAX y me dispuse a disfrutar como esos dos gigantes se mataban a trompadas mientras destruían a Hong Kong.
El film sin dudas es entretenido. Pero no es más que eso. Una fiesta visual y un tanto adrenalínica, al cual no se le puede exigir mucho.
El guion es pobre, las actuaciones están ok con un par de excepciones que son insoportables. Adam Wingard, quien viene del palo del terror y el suspenso, con aciertos y errores, logra una apuesta correcta, pero sin ningún tipo de impronta.
Esto es cien por ciento -para sorpresa de nadie- un film de Estudio y por encargo, que podría haber dirigido cualquiera. Las estrellas aquí son los VFX que dan vida a los dos monstruos y nada más.
Los más fans podrán encontrar guiños y referencias al monsterverse y encarnaciones anteriores, más allá de lo ya planteado en las tres películas previas.
En definitiva, no es una cinta que merece mayor análisis. Si buscás entretenimiento ruidoso de dos horas, es la mejor opción que vas a encontrar. Es la película ideal para volver al cine tras un año de ver pantalla chica. Así que, si aún no lo hicieron y tienen ganas, no se pierdan esta oportunidad.