Realmente todos esperabamos este film, más por su herencia fílmica que por su actualidad, siendo que ya el título nos recuerda a algunos productos fallidos («Alien versus Depredator» es el que me viene a la mente) y la expectativa de ver un tanque en pantalla grande, era considerable. Lamento sin embargo decir que más allá de su grandilocuente impacto visual, «Godzilla versus Kong» no alcanza a convertirse siquiera en una digna heredera de sus discretas versiones anteriores.
La historia presenta un evento inquietante para una compañía que está haciendo algo que no debería (digamos!), Apex, quien investiga como crear una nueva y poderosa arma para posicionarse en el mercado global.
Su líder, Simmons (Damián Bechir, en una semana donde aparece en dos blockbusters), viene trabajando en una sorpresa más bien desagradable para todos y debe recurrir a un científico y escritor no muy respetado, Nathan (Alexander Skarsgård) para pedirle que comande una misión hacia un lugar bastante particular, con la idea de producir no sólo un hallazgo científico, sino pacificar una cuestión inquietante: Godzilla está apareciendo nuevamente en la superficie y nadie entiende demasiado el porqué.
Por otro lado, tenemos una doctora jugada por la eficiente Rebecca Hall, quien tiene en cautiverio a Kong, mientras intenta desarrollar herramientas para contenerlo y comunicarse en forma efectiva con él. Hay una vinculación entre las dos criaturas, que no estableceremos aquí, pero que si podemos anticipar, generará algunas batallas intensas no sólo en el mar, sino también en ciudades y hasta universos muy peculiares.
El guión es realmente forzado y cuesta explicarlo en pocas palabras, quizás porque lo que el público quiere ver, es a los dos titanes luchando en una batalla sin cuartel.
Hay un elenco de secundarios no demasiado rutilante que acompaña, pero lo que puede percibirse en los primeros minutos es que las ideas, están un poco sobrecargadas, tanto como los escenarios. No es que esté mal, para nada, pero la cinta es demasiada vehemente, en su afán de desdibujar la poco coherencia de sus ideas.
Los rubros técnicos son lejos, lo mejor de la cinta. Si bien le discuto un poco la edición de efectos sonoros, visualmente «Godzilla versus Kong» apabulla desde la vista. Está pensada para ser rutilante en ese sentido y logra dejar una huella, más allá de sus enormes desniveles narrativos.
La historia, quiero decir, no atrapa y parece ser una excusa para justificar elaboradas escenas de acción.
Adam Wingard, que viene del mundo del cine de género, es el responsable de esta producción, discreta y lejos de las expectativas generadas por los trailers y escenas anticipadas antes de su lanzamiento comercial. En cierta manera, se intenta que la franquicia siga viva y ya a esta altura hay una demanda de lineamientos nuevos que habría que debatir.
Sinceramente, es una franquicia que necesita una renovación. Sólo para fanáticos y desde ya, en pantalla grande exclusivamente.