Una fábula demasiado humana
Ese monstruo mitológico de la cultura pop japonesa de siglo 20 que es Godzilla sigue esperando la película que le haga justicia. Todo parecía indicar que con la superproducción de Gareth Edwards había llegado su hora, pero el resultado no está a la altura de las expectativas.
Es que más allá del dinero invertido y de la perspectiva humana con la que se cuenta la fábula ecologista de la enorme criatura submarina, esta nueva versión falla en términos narrativos. El principal problema es que no consigue desarrollar el conflicto más importante que contiene el relato: la ambigua relación entre los hombres y Godzilla.
En vez de apuntar a la tensión entre quienes quieren eliminarlo y quienes comprenden que el monstruo es un aliado de la humanidad contra los otros fenómenos de la naturaleza, el director y sus guionistas prefirieron enfocarse en el drama de la familia Brody. Primero, el padre, Joe Brody (interpretado por el genial Bryan Cranston, ex-Breaking Bad) y después, el hijo, Ford Brody.
La primera parte transcurre en 1999: Joe Brody, un científico a cargo de una planta de energía nuclear, pierde a su esposa (Juliette Binoche) durante una tragedia que se atribuye a un terremoto pero cuya causa real es un secreto de Estado. La segunda parte transcurre en la actualidad: Ford Brody asume como propia la larga lucha de su padre por saber la verdad de lo que sucedió una década y media atrás.
Todo ese planteo dura tal vez más minutos de los necesarios, aunque el tiempo sólo sirve para profundizar en los personajes del padre y del hijo, mientras que el resto de elenco carece de relieve dramático y lo único que aporta son informaciones útiles para comprender el contexto técnico-científico de la trama.
Por supuesto, esa inclinación hacia el lado humano resiente la acción, que llega demasiado tarde (el primer plano entero del monstruo recién se ve a la hora cuarto) y nunca alcanza el nivel de máxima intensidad.
Además, cuando empieza la catástrofe, se vuelve evidente que el director es un virtuoso de la acción realista (los movimientos de tropa, los lanzamientos en paracaídas, las corridas) y un aprendiz en el terreno de las peleas de monstruos. Defecto imperdonable en este género de películas, que para colmo queda más expuesto a causa del diseño deficiente de los dos insectos gigantes que se enfrentan con Godzilla.