Esta nueva versión de la criatura (mezcla de gorila con dinosaurio y ballena), que se transformó en ícono del cine japonés desde su primera aparición en 1954 en manos de Ishiro Honda, respeta bastante el aspecto del monstruo de aquellos años y arranca como la versión de Roland Emmerich de 1998 (con imágenes de archivo de lo que sucedió con las pruebas nucleares del Pacifico Sur), pero lejos de aludir a la metáfora del terror nuclear y sus consecuencias que caracterizó a la original, opta por priorizar una historia familiar que a su vez pierde interés cuando introduce dos nuevas criaturas que se transforman en la principal atracción del film.
Una criatura milenaria descubierta por unos científicos, resucita y conlleva una catástrofe en una central nuclear en Japón que marca el destino de una familia para siempre. Quince años después del suceso, uno de los sobrevivientes (padre de un niño en dicha familia) sigue intentado averiguar la verdad sobre la catástrofe mientras que su hijo se ha convertido en militar y padre de familia. Ambos descubrirán no sólo el secreto de Godzilla.
Con un poco de misterio previo, cierto aire a las películas catástrofe de los años setenta y la clara consigna de ir revelando al monstruo lentamente, el relato hace foco en una historia cuyos elementos y tramas recuerdan a películas como Lo imposible (familia desmembrada por una catástrofe) o Jurassic Park (por la puesta en escena y los escenarios, como los soldados en la jungla o los planos del helicóptero).
Pero la historia de la familia va perdiendo interés frente a la avalancha de destrucción que produce el movimiento mismo de esos monstruos prehistóricos (mezcla de Alien con Transformens y Titanes del pacífico) y el posterior protagonismo de Godzilla que los enfrentará para salvar a la humanidad. A pesar de contar con un buen reparto, sus personajes no consiguen empatizar con el espectador y quedan rápidamente eclipsados por las criaturas.
La impactante fotografía de Seamus McGarvey y la buena banda sonora de Alexandre Desplat contribuyen a crear la atmósfera propicia para que estas criaturas (que por esas cosas del azar elijen una vez más Estados Unidos para reproducirse y atacar a la humanidad) se adueñen de la historia y se debatan finalmente en combate con Godzilla, siendo éste el punto de mayor interés de una película que por momentos aburre y, sobre el final, nos despide con un ecológico mensaje recordárnos que en realidad “es la naturaleza la que se equilibra a sí misma”.