Godzilla

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Como decía un maestro de análisis de films que tuve, las películas empiezan en los títulos, a veces nos ponen alguna escena anterior a la apertura formal, pero lo que recalcaba es que los títulos en si mismo hablan de manera inherente del propio texto al que pertenecen. Todas, las muy buenas, las muy malas, y el resto.

Esta versión, todo un homenaje al clásico de origen japonés, no es la excepción. En realidad no podría haber nunca una con la taxatividad de la expresión anterior, pero en éste caso hay un plus interesante en los mismos, no sólo lo que tiene que decir en relación a los humanos que circulan por la historia, no olvidarse que el importante es Godzilla, ya esta anticipado ahí sino la manera en que esto esta realizado.

Utilizando mucho de lo que se conoce como cine experimental, con aceleración en la imagen, con cada texto que se imprime y simultáneamente se va tachando la mayor parte del contenido, dejando leer sólo el rubro y el responsable del mismo, dando clara cuenta que la censura jugara un papel importante.

Pero todo lo extraordinario generado en esos minutos no es sostenido en el transcurso de todo el metraje, tanto por los fallos desde el guión, como desde la participación de la parte humana del relato, como del accionar y el desarrollo de quienes ocupan esos roles.

Si, nobleza obliga, esta versión del director británico Gareth Edwards, en su segundo largometraje cinematográfico (el anterior del 2010 fue “Monsters”), es bastante más fiel al original japonés “Gojira” de 1954 (rebautizada como la actual, vaya a saber Dios la razón), que el espectáculo pochoclero del mismo nombre dirigido por Roland Emmerich en 1998.

El punto es que esa primera aparición del monstruo en las pantallas del mundo en 1954 distaba tan sólo nueve años de los holocaustos producidos por las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, en esos años ya era bastante común la utilización estética y de producción del cine llamado clase B, por parte de los creativos para instalar ideas y discursos. Eso mismo se generaba en el cine de baja producción en los EEUU.

La casi contemporaneidad de los sucesos ocurridos en Japón en 2011, a partir del Tsunami y la involucracion de las centrales nucleares de Fukushima I y II, hasta podrían dar cuenta de una intención similar, pero la misma se diluye con el transcurrir de los minutos y la chatura con que es tratado el tema desde lo inherentemente humano, más focalizado en las cuestiones afectivas entrecruzadas por los personajes que atravesado por lo social de los hechos.

Para establecer el accionar humano la producción puso al frente a un grupo de actores con renombre, al mismo tiempo taquilleros como Aaron Taylor- Johnson, en lo que podría llamarse el papel protagónico humano, la genial Juliette Binoche como su madre, talento desperdiciado y con poco tiempo en pantalla, Bryan Cranston, , entre otros.

El filme es un alarde de efectos especiales, de tecnicismos de última generación muy bien utilizados, acompañando las imágenes la banda sonora compuesta por Alexander Desplat que tiene muchos puntos de contacto con el cine hollywoodense del género de aventura y ciencia ficción, casi ninguno con el nipón.

De estructura narrativa clásica, desarrollo del mismo orden, salvo que el filme empieza a finales del siglo XX y luego realiza una elipsis temporal de 15 años, para instalarnos en la actualidad y ver que el niño del principio es un soldado yankee, que debe volar de urgencia a la tierra del sol naciente a tramitar la libertad del padre, otrora ingeniero nuclear de una central atómica convertido en activista político antibélico, dedicado a denuncia el accionar de los gobiernos que ocultan verdades al pueblo, simultáneamente guarda en secretos intereses personales.

Ni siquiera esta excusa podría llamarse a ser el motivo de la degradación del filme, hay otras cuestiones que tienen que ver con el desorden impuesto en la presentación del verdadero héroe de la historia, Godzilla, y sus antagonistas, dos bicharracos creaciones humanas por deformación genético nuclear, que estéticamente y desde el diseño grafico son una mezcla de Jurasic Park, Alien, Depredador , y si me apura un poco, tienen bastante de la cucaracha de “Men in black”, ya que aquellos que no saben de la historia original por torpeza desde lo narrativo se verán perdidos entre tanto bicharraco.

A punto tal que sobre el final, de manera explicita, aclaran la función final y el motivo de la existencia del “monstruo”, claro que antes en dos oportunidades el personaje del Dr. Ichiro Serizawa (Watanabe) aclara: “La naturaleza tiene un orden, un poder para restaurar el equilibrio”.

Los amantes del género, los seguidores del buenazo del monstruo, estarán agradecidos, se deja ver, más allá de la extensión temporal, ya que en el momento en que podrían florecer los bostezos, aparece la batalla final de muy buena factura técnica, funcionando como despertador.