Respeto al monstruo entrañable
Cuando se anunció la realización de un nuevo filme sobre Godzilla, las expectativas no eran demasiado positivas. ¿Tenía sentido hacerla después de la castigada versión que Roland Emmerich dirigió en 1998? ¿Tenía sentido hacer una película con un monstruo gigante después de la genial “Cloverfield”, del equipo integrado por Matt Reeves (director), Drew Goddard (guionista) y J.J. Abrams (productor)?
Pero la realización de Gareth Edwards sobre historia de Dave Callaham y guión de Max Borenstein le escapa a los lugares comunes o esperables sin dejar de visitar varios tópicos del cine catástrofe, de las viejas películas japonesas de “Gojira” y de otros productos culturales nipones.
Balance natural
En principio, un elemento central: Godzilla no es el invasor maléfico a derrotar, sino todo lo contrario. Los villanos del filme son dos criaturas gigantes (macho y hembra), mezcla de insecto, gurbo de “El Eternauta” y Alien de H.R. Giger. Encontrados en 1999 en Filipinas, uno estuvo guardado en Estados Unidos y el otro provocó una catástrofe en una central atómica en Japón, tragedia a partir de la que se desatará la historia de los protagonistas humanos.
Pero volviendo un rato a la criatura del título, es (como en los filmes de la empresa Toho) el que viene a detener a los otros monstruos, lo que en definitiva lo termina convirtiendo en el héroe. Y, en otro acierto (que los fanáticos agradecerán), el diseño de producción apostó por una imagen que se asemeja más a la robusta figura que el “rey de los monstruos” lucía en los ‘50 (pero menos “acartonada”, literalmente) que al look “Jurassic Park” de la bestia de Emmerich.
Es, como dice el doctor Ishiro Serizawa, el instrumento de la naturaleza para recomponer el balance. Y así funciona, como una fuerza de la naturaleza, imparable, especie de predador natural que no se come a nadie, pero con una misión clara. La historia del reloj de Serizawa es otro elemento clave a la hora de darle cierta incorrección política al filme (con cierta crítica al accionar militar estadounidense en el pasado al menos).
Enormes problemas
Recapitulemos un poco, para no perdernos. El ser que escapó de Filipinas atacó la central de Janjira, en la que trabajan los estadounidenses Joe y Sandra Brody, los padres del pequeño Ford. Atendiendo la crisis sismica (cuyo origen todavía desconocen) van a apagar los reactores, y Joe manda a Sandra para ver qué pasa allá abajo. Se produce una filtración, Sandra muere junto a otros colegas y hay que evacuar.
Quince años después, Ford es un especialista de la US Navy en desarmar bombas, que ha dejado aquel pasado atrás y formado su propia familia. Cuando vuelve de Medio Oriente debe ir a Japón a sacar a su padre de la cárcel, que sigue insistiendo en investigar: se ha obsesionado con el caso y quiere demostrar que allí se oculta algo.
Reencontrados, convence a su hijo de ir a ver qué onda por la vieja casa, los agarran de nuevo, y ahí los captura la Operación Monarch (iniciativa internacional y secreta), que tiene montada toda una instalación en la vieja central rodeada de una zona abandonada, donde la criatura está en gestación. Todo lo cual recuerda un poco a la Nerv de “Evangelion” y su cuartel general con la Lilith crucificada, aunque Serizawa sea un pan de Dios al lado de Gendo Ikari (los fans sabrán comprender esta afirmación).
Justo cuando Joe confirma sus teorías, el bichito que está guardado se despierta y empieza una cacería en la que la Marina está más perdida que turco en la neblina (otra incorrección política), que alcanzará su clímax en suelo estadounidense, cuando finalmente Godzilla y sus picudos rivales se puedan “dar masa” a gusto en las calles de San Francisco.
Pequeños héroes
Paralelamente, Ford Brody hará lo suyo para combatir a las criaturas y salvar a la ciudad de un problema colateral. Lo de “paralelamente” es literal: hay un juego entre la bestia gigante y el héroe humano (que no es “el típico soldadito que salva las papas”, aunque no deja de ser un soldado), en los momentos en que parecen desfallecer para luego recuperar fuerzas y seguir. También habrá alguna mirada a los ojos entre ellos, como dando a entender que juegan del mismo lado.
Mientras la televisión parece entender realmente lo que está pasando (una reivindicación ante tanta Fox News), Elle, la esposa de Ford, atiende pacientes en la emergencia, en un paralelismo con la esposa de Jack Ryan en “La suma de todos los miedos” (y cada uno en lo suyo, y a ver cuándo se encuentran, y todo eso).
Después están los detalles que suman: monstruos a los que se aprecia por lo que muestra algún televisor (en “Cloverfield” eran las únicas imágenes completas de la criatura); niños que tienen que ser rescatados o que ven algo antes que los adultos; la gente que tiene que caerse al abismo o ser arrastrada en la catástrofe (dos cosas muy Emmerich); el perro que se suelta y huye del tsunami (pincelada de color).
Escala humana
Del nutrido elenco, uno de los más vistosos es el gran Ken Watanabe, como Ishiro Serizawa, ya que le toca ser “la voz de la naturaleza” y el único que entiende todo lo que va pasando. A Aaron Taylor-Johnson le sale bien el soldado bueno, y Elizabeth Olsen aporta su belleza ojuda como Elle, su esposa. Bryan Cranston tiene algunos momentos como el veterano Joe Brody, y Juliette Binoche algunos menos como su esposa Sandra, por razones obvias. En el elenco reportan Sally Hawkins (Vivienne Graham), aquella que se lució en “Blue Jasmine”, y el celebrado David Strathairn (almirante William Stenz), pero no tienen demasiado para desplegar.
En definitiva, el producto final pasa el examen, con buenas ideas pero sin demasiadas invenciones. Respondiendo a la consigna del principio, quizás es lo mejor que se puede hacer hoy a la hora de resucitar al entrañable monstruo del Asia.