La clave de la puesta al día de “Godzilla” (USA, 2014), dirigida por Gareth Edwards, es su capacidad por construir un entramado de redes y vínculos familiares para, en el fondo, volver a contar una historia que va más allá del gigantesco monstruo, y que encuentra, en principios básicos como el trabajo en equipo, el esfuerzo personal, la amistad y la defensa de los ideales, el marco ideal para enmarcar la historia dentro de un escenario de fin del mundo latente.
Un gran cast, encabezado por Bryan Cranston, Aaron Taylor Johnson, Leslie Olsen, Juliette Binoche y Sally Hawkins, que no por casualidad contiene nombres de gran prestigio, brinda su oficio a esta clásica historia del monstruo japonés que luchará con otros seres mientras se pone en juego la continuidad de la humanidad en la contienda.
Joe Brody, un científico que comienza a percibir cierta actividad extraña en la planta de energía nuclear que trabaja (y en la que está también su mujer-Binoche-), ve como su vida se desmorona frente a sus ojos al producirse una falla mortal en la misma.
Con el cierre y aislamiento del lugar, y luego de la muerte de su mujer, la acción se adelanta quince años para mostrarnos a Brody hijo (Taylor Johnson), un soldado que regresa luego de estar prestando servicio fuera de su país y que verá cómo su vuelta a la vida familiar se verá afectada por una inminente amenaza, la que reiterará sus peores fantasmas, aquellos que su padre antes de la explosión de la planta supo gritar a los cuatro vientos y por los que hasta la actualidad los ha separado.
En la búsqueda de una respuesta y en la develación de secretos militares y científicos, la historia irá avanzando y se potenciará con los descubrimientos de los monstruos que comenzarán a desplegar e infundir miedo en cada paso que den por las ciudades más importantes del mundo.
La suma de todos los miedos, el ocultamiento de la información (presente desde el inicio con una secuencia de títulos de antología que mixtura imágenes de archivo con trazos gráficos más que elocuentes) y el reciente caso de la planta nuclear de Fukushima (2011) son algunos de los antecedentes que dotan de verosímil a esta historia fantástica.
Y mientras Edwards nos introduce en una red de paranoia y conspiración y creemos asistir a un espectáculo más dramático que de ciencia ficción, cerca de aquella planta de energía original en la que Brody padre ve como todos sus sueños se terminan, despierta Godzilla, que intentará luchar con los seres monstruosos que acechan a los humanos.
Obviamente que en el medio Brody hijo y un grupo de aguerridos soldados intentarán detener las amenazas, a los que se sumarán los investigadores Achiro (Ken Watanabe) y su asistente (Hawkins) con la información necesaria para poder encontrar los puntos débiles de los monstruos.
La música del compositor Alezandre Desplat es otros de los aditamentos que suman a la tensión generada con imágenes de ritmo vertiginoso, sucio, símil documental (algo que bien sabe generar Edwards desde los tiempos de “End of Days”) y que en los momentos de pelea entre Godzilla y sus adversarios logran el clímax perfecto.
Justamente en esos momentos es en los que toda la industria vuelve a mostrarnos su grandeza, porque en cada golpe que Godzilla atesta a sus enemigos asistimos a la puesta en día de un clásico que ha atrapado a grandes y chicos por décadas y décadas, y que en esta oportunidad, sumado a las grandes actuaciones, hacen del filme una ocasión para disfrutar en la pantalla grande sin ningún tipo de prejuicios. Entretenida.