Esta producción israelí rodada en Ucrania y hablada en inglés mixtura tradiciones y leyendas surgidas de la cábala judía con elementos propios del género fantástico y de terror para una historia ambientada en la Lituania de 1673.
Más allá de la audacia y del riesgo asumido en este film codirigido por los hermanos Doron y Yoav Paz (los mismos de Jeruzalem), la propuesta es más interesante en su planteo y en algunos de sus aspectos analizados de manera independiente (como el trabajo en la fotografía y los efectos visuales) que en su resultado final.
En la línea de La bruja, de Robert Eggers, y otros relatos de horror que transcurren en tiempos muy lejanos, Golem narra la historia de Hanna (buen trabajo de Hani Furstenberg), una mujer que ha perdido un hijo siete años atrás y eso le ha generado un profundo trauma; la frustración de su marido (Ishai Golan), y el repudio de la comunidad del pueblo, ya que la maternidad es considerada la principal función de la mujer.
Las cosas se complican aún más para ella y los lugareños cuando la aldea es invadida por violentos vecinos que escapan de una plaga, primero, y por la criatura sobrenatural a la que alude el título, después. Demasiado "autoral" o intelectual para los cultores del cine de terror y demasiado extrema para quienes buscan cine de arte, Golem se termina quedando -en varios sentidos- a mitad de camino.