Los miedos más primitivos, los que tienen que ver con lo espectral, con el temor a los fenómenos físicos, a los astros o a las criaturas relacionadas con lo divino y la creación son, a la vez, los más pesados y los que durante mucho más tiempo se han sostenido entre nosotros. Algo de ello trae “Golem: la leyenda”, una película que toma un mito antiguo y despliega todo lo que sobre él se puede saber y entender, creando una historia con un clima magnífico, ayudado por una muy buena fotografía.
Una de las opciones más directas y concretas de transitar el miedo en la narración audiovisual hoy es retroceder y volver a buscar en los inicios; el miedo primario, los sustos más efectivos, las historias más sencillas y a la vez mejor resueltas. En el último tiempo, algunas películas se han vuelto tan rebuscadas que han malogrado la oportunidad de una segunda película con resultados similares a su primer paso en el camino más complejo del séptimo arte: el horror. Si, casi como el coronel Kurtz quiero decir el horror, el horror, cuando veo algunas cosas que se hacen en nombre del género.
Yoav y Doron Paz y realmente logran sostener en “Golem” el buen trabajo realizado anteriormente en “Jeruzalem” (2015), una muestra gratis del apocalipsis, protagonizada por Yael Grobglas. Todo está bien en estos 94 minutos, en que una mujer que desafía su rol (el de ser madre) en el contexto de una aldea israelí del siglo XVII, ubicada en territorio lituano, incursiona en el conocimiento de la kaballah, herramienta que por su género le están vedadas. Movilizada por la pérdida trágica de su hijo, desafía la imposición de ser madre nuevamente a partir de su accionar.
Como la leyenda indica, ponerse en el lugar de Dios tiene consecuencias, y eso no pasa por alto en esta película con guión de Ariel Cohen y fotografía de Rotem Yaron.
Un trabajo digno en términos de la estructura de una idea de horror místico-dramático en base a un buen guion y muy buen trabajo de la imagen y el ritmo.