Golem – La leyenda: Una apuesta arriesgada y perdida.
El monstruo defensor de los judíos llega a la pantalla grande en una historia decepcionante.
Basta un poco de imaginación para darnos cuenta de que llevar una pieza folklórica a la pantalla grande como película comercial es una tarea titánica. Cientos de guionistas que asumieron esta carga en el pasado tropezaron con un público que sencillamente no podía digerir algo tan «de antaño» convertido – quizás no de la mejor manera – en producto para la cultura pop (Furia de Titanes por ejemplo) . Bien, esto fue lo que pasó en The Golem (2018) dirigida por los hermanos Doron y Yoav Paz y escrita por Ariel Cohen.
En The Golem, la protagonista es una mujer llamada Hanna (Hani Furstenberg) que está afectada por la muerte de su primogénito y se obsesiona con el estudio de las escrituras sagradas hebreas. Su aldea es invadida y hostigada por un grupo de locales que amenazan con quemarla hasta los cimientos, ante esta situación, Hanna decide usar sus conocimientos para darle vida a un Golem, una criatura nacida de la tierra con una fuerza sobrenatural. Ella empleará al Golem para defender a su pueblo de sus enemigos pero este ser tiene una sed de sangre insaciable.
La película sorprende al inicio con una bestia de más de dos metros de altura oculta en la penumbra de una Sinagoga ante una carnicería de fieles masacrados. Dicha escena crea un falso apetito en el espectador quien deseará ver al monstruo en el clímax y el desenlace de la película, pero sufrirá una decepción al enterarse que dicha criatura es, en este caso, un niño pequeño con poderes sobrenaturales.
Aquí la trama no tiene agujeros que valga le pena criticar pero sí tiene el defecto de ser tediosa, como si tratasen de rellenar los 95 minutos de duración con charlas y planos de personas deambulando. Lo que más decepciona acá, es la falta del placer del miedo, la película no asusta, ni siquiera se sirve del tan trillado método del screamer, sólo hace un uso exagerado del gore que en algunos casos termina siendo jocoso, como si se tratase de una mala imitación del estilo de Sam Raimi.
En cuanto a las actuaciones, se nota que ningún actor del elenco estaba relacionado con el cine de terror, pues cayeron en ese miedo fingido que provoca risa. Mención especial para el rabino del principio, cuya morisqueta y ademanes exagerados sacaron sonrisas en lugar de arrugar caras. El villano no se queda atrás, es imposible no relacionarlo con Tommy Wiseau diciendo: «Hi Mark» y la risa que provoca en la escena donde se quita la máscara es similar a la que causó Kylo Ren (Adam Driver) en Star Wars: Episode VII – The Force Awakens.
Ni hablar de la música, ese anzuelo que todo espectador de la sala morderá para terminar como presa del aburrimiento, alcanza topes dramáticos donde algo tiene que pasar pero sólo se nos muestra más y más aburrimiento fotograma por fotograma. Quizás lo único a favor que tiene la cinta es estar ambientada a la perfección, el intento de volver comercial un mito judío y tener mejores efectos de fuego y disparos que los de Terminator: Destino Oculto.
En fin, no importa lo que digan los primeros resultados de la búsqueda en Google, si llegaron a leer estas líneas tengan por seguro que van a desperdiciar dinero y/o tiempo viendo esta película de producción israelí.
Por cierto, antes de terminar, una última cosa que resultó hilarante: el golem es un niño de siete años aproximadamente, él siente lo mismo que Hanna, desde un pinchazo hasta un disparo, bueno, hay una escena de Hanna teniendo sexo con su marido, ahí se los dejamos.