Otra película que intenta renovar lo que El proyecto de la bruja de Blair inauguró hace ya veinte años, pero esta vez con una magnitud de recursos que tiran por tierra cualquier intento de aproximación. La tecnología lo único que hace -en este caso- es estropear el concepto de terror psicológico más que abrir la imaginación del espectador, quien no sabrá si reír o dormir, porque hasta se anticipa con alevosía el susto que deviene.
Me cuesta entender aún, cómo es que la propuesta fue el ver a los protagonistas gritando de susto frente a cámara y cómo es posible que no se den cuenta que para querer a los personajes, primero hay que conocerlos en otras circunstancias que no sea su personalidad egoísta.
Quien escribió la película no sólo fue escueto en diálogos que pudieron haber sido la contracara de lo absurdo de las situaciones que fueron creadas en innumerables películas. Me pregunto, ¿en qué público estuvieron pensando?
La solución para mejorar un material de un hospital psiquiátrico que verdaderamente existe y que guarda una de las leyendas urbanas más populares sobre situaciones paranormales en un recinto, hubiera sido, el haber administrado la información durante el relato y ser más atrevido en tomarse las licencias necesarias para hacer más atractivos la cantidad de momentos vacíos.
En definitiva, no hace falta que seas un asiduo espectador de películas de terror, el juego con la oscuridad y la lentitud de las linternas, te dejará seguir comiendo pochoclos a lo tonto.