Los directores provenientes del cine indie norteamericano entregan un intenso y enervante thriller acerca de dos hermanos que roban un banco y se meten en un problema tras otro. Un irreconocible Robert Pattinson se luce en este filme que recuerda a cierto cine norteamericano de los primeros años ’70.
El arribo de los hermanos Safdie a Cannes fue una de las mejores noticias que ofreció el anuncio de los filmes en la competencia. Son dos hermanos que surgieron en el cine ultraindependiente de Nueva York hace una década y se fueron destacando en varios cortos y en largos intensos como DADDY LONGLEGS y HEAVEN KNOWS WHAT. En ese último filme empezaban a meter su cámara en micromundos cada vez más oscuros y densos de las calles de la ciudad. Se trata de una película centrada en un grupo de junkies. Ahora siguen en esos bajos mundos pero con una diferencia. Por un lado, porque si bien no modificaron demasiado su estilo de rodaje casi de guerrilla y callejero por las calles, ahora cuentan con Robert Pattinson como protagonista y, por otro, porqu cuentan con una estructura algo más parecida a la de un thriller. De todos modos, más allá de esas apariencias, sigue siendo un producto puramente “Safdie”.
Pattinson y el propio Ben Safdie (dirigiéndose a sí mismo) interpretan a dos hermanos de Queens. El primero, Connie Nikas, es un low-life hecho y derecho, un hombre que si bien no queda muy claro a qué se dedica es obvio que la vida de los bajos fondos y los atracos son lo suyo. Su hermano Nick tiene algunos problemas mentales, disminución auditiva y una alta propensión a la violencia. Cuando empieza la película vemos a Nick en un instituto terapéutico donde está teniendo una sesión de “comprensión de lenguaje” en la que parece quebrarse emocionalmente y revelar una dura vida familiar. Pero de golpe llega allí su hermano –Pattinson en plan ladronzuelo intenso neoyorquino, una especie de hijo del Robert De Niro de MEAN STREETS o del Al Pacino de TARDE DE PERROS— y lo saca violentamente.
Su plan es robar 65 mil dólares de un banco y lo lleva a su hermano a hacer el trabajito. La escena del robo es extraordinaria y da comienzo a lo que será una larga serie de desventuras que surgen a partir de allí: Connie y Nick roban el banco, escapan de la policía y descubren que dentro del bolso con dinero que allí le dieron había una “trampita”. Eso los lleva a la desesperación y a más corridas, que concluyen –en parte– con la detención de Nick tras un violento accidente. Eso llevará a Connie a hacer lo imposible por rescatar a su hermano de la cárcel, lo que implica usar el dinero que robaron –y cuyo destino parecía ser otro– para sacarlo bajo fianza. Pero no es suficiente plata. Lo que implica más intentos de robos, ventas de drogas, encuentros con personajes de ese submundo, confusiones y más y más problemas en lo que parece ser una versión aún más infernal y enervante de DESPUES DE HORA.
En algún momento la trama irá llevando a Connie a meterse en aventuras cada vez más extrañas y alejadas de la posibilidad de rescatar a su hermano. Y si bien la intensidad y la furia de sus desventuras no bajan, la historia pierde un poco de peso con los nuevos personajes que van apareciendo. Es que, finalmente, lo más importante de la historia está en la relación entre ellos, por lo que al perderse un poco ese hilo narrativo la película empieza a quedarse sin un eje emocional que sostenga las caóticas complicaciones en las que se mete Connie.
Un casi irreconocible Robert Pattinson se luce encarnando a uno de estos personajes de la calle que parecen vivir con los dedos en un enchufe todo el tiempo pero que a la vez son muy inteligentes en lo que hacen. O creen serlo. Safdie es una revelación en un papel complicado. Tan fuerte es su presencia que cuando desaparece por un tiempo de la trama se siente esa ausencia, esa química entre los hermanos. O, mejor dicho, entre un hermano que cree proteger al otro y saber lo que necesita (cuando en realidad es evidente que lo lleva por los peores caminos) y otro que lo sigue sin poder cuestionarlo nunca.
Con una cámara nerviosa y encima de los personajes (del gran Sean Price Williams), música electrónica furibunda (de Oneohtrix Point Never), una extraordinaria combinación de actores profesionales (Jennifer Jason Leigh encarna a una “novia” de Patterson) con gente de la calle, y una estética que recuerda al New Hollywood de los años ’70, GOOD TIME es un frenético viaje a los infiernos neoyorquinos. Alejándose un poco de los pisos millonarios y el parque de diversiones de lujo en el que se convirtió Manhattan, la Gran Manzana sigue teniendo inmensos y enormes agujeros donde el tiempo parece no haber pasado y las cosas siguen tan complicadas como en esa década.