La noche se mueve
Recibida con bastante entusiasmo por la crítica en su presentación durante el pasado Festival de Cannes (se llegó a hablar de Palma de Oro cantada para sus directores y actor principal, aunque a la postre hubiera más ruido que nueces), estamos ante un ejercicio frenético y demencial que hará las delicias de todos aquellos amantes de las emociones fuertes en forma de thriller. Dirigida y guionada por los hermanos Ben y Josh Safidie, este último también formando parte del elenco actoral)
La película tiene una estética calculadamente cruda que refleja con propiedad el universo del protagonista, quien, aunque se trate de un criminal que utilice más de una vez la violencia, proyecta un aire de inocencia y dulzura que, sumado a las decisiones impulsivas y estúpidas que frecuentemente toma, dan como resultado un carácter sorprendentemente complejo para una obra que tiene más pretensiones de funcionar como ejercicio de estilo que como estudio de personaje.
Robert Pattinson se parte literalmente la cara en un rol que lo aleja por completo de sus pulcras interpretaciones romanticoides. Quien lo acusa de ser un actor hierático que rara vez sabe transmitir emociones en sus caracterizaciones, comprobará que aquí tiene la capacidad de traer suavidad a una figura bastante bruta, manteniendo las buenas intenciones de Connie siempre palpables bajo su desesperación y sus coléricas explosiones (es curioso percibir cómo estamos al mismo tiempo convencidos de que él no haría mal a las personas que se cruzan por su camino, pero también de que tal vez fuera mejor no probar esta suposición). A su lado, Jennifer Jason Leigh alcanza un efecto similar con su personaje, que, aunque goza de apenas pocos minutos en pantalla, deja una fuerte y triste impresión de una mujer frágil psicológica y emocionalmente. Cerrando el elenco principal, Barkhad Abdi, actor revelación en la exitosa Capitán Phillips (Paul Greengrass, 2013) que aparece como prueba viva de las dificultades enfrentadas por las minorías para conseguir papeles relevantes en el cine.
Sin conceder un minuto de descanso para el público durante sus adrenalíticos cien minutos de metraje, Good Time también desprende cierto aroma de desencanto melancólico que le hace muy bien al conjunto. El guión, que enfatiza la tremenda influencia que una persona puede tener sobre otra, se enfoca en la figura de dos hermanos que, aunque son muy distintos en naturaleza, están conectados por un pasado inestable y traumático que los convierte en unos tipos inadaptados con una frecuente conducta ilegal. Emocionalmente destrozado y a menudo con la mente un tanto confusa, Nick (Benny Safdie) se muestra como un joven bondadoso que necesita con desesperación ayuda psicológica. Ese apoyo esencial le fue dado por el Dr. Peter (Peter Verby), quien revela un interés dedicado en su caso, pero el trabajo se interrumpe sin previo aviso cuando el hermano mayor de Nick, Connie (Robert Pattinson), un delincuente errático, entra sin permiso y saca a su hermano de la habitación.
Podríamos haber afirmado que estamos ante una de las películas del año, pero, por desgracia, el último tercio no está a la altura de los dos tercios anteriores. La aparición de nuevos personajes de los que no sabíamos nada entorpecen una narrativa hasta entonces bastante diáfana en sus intenciones. Parece que los hacedores del film no saben cómo rematar la faena, y todo empieza a girar sobre sí mismo con repeticiones y situaciones que rozan lo inverosímil e incluso lo cómico.
Con todo y con ello, la atmósfera de alta tensión está muy lograda, con una banda sonora original firmada por el músico experimental Daniel Lopatin (cuyo nombre artístico es Oneohtrix Point Never) de las que quitan el hipo, unida a canciones de Iggy Pop y demás ejemplos de música electrónica que te llevan en volandas.