Cine independiente con súper estrella, Good Time concursó en Cannes y es un ejercicio vibrante, con una cámara inquieta que juega con el foco y saca provecho del sorprendente carisma de su protagonista, un Robert Pattinson que definitivamente demuestra que es algo más que una cara bonita y sosa. En la línea de historias urbanas deseperadas del todo en una noche (de The Warriors a After Hours, de Taxi Driver a, porqué no, Todo en una noche), este film de los hermanos Safdie (Heaven Knows What, Daddy Longlegs) es una historia de hermanos, Connie y Nick Nikas, que roban la caja de un banco y son atrapados en la huida. En realidad, uno de ellos, Nick, que tiene cierto retraso mental.
Durante las siguientes horas desesperadas, Connie hace todo lo que puede por no perderle el rastro e impedir que vaya a parar a la cárcel. Toca puertas de quienes podrían ayudarlo (una novia algo desquiciada), intenta conseguir el dinero para sacarlo y, en plena situación límite, comete errores cómicos: una bomba de pintura los deja teñidos de rojo, la mejor aliada que consigue es una nena embelesada por su sex appeal, se lleva a un tipo equivocado. Ese humor, nacido de las situaciones absurdas, casi de gag, le da a la película una personalidad especial, como si el thriller se apoyara, sutilmente, en la parodia. Y le suma vitalidad y humanismo a un film que, sin humor, se percibe frío, sin emoción (está claro que quiere a su hermano, pero ese vínculo apenas se observa) y vacío, con poco sustento en su para qué. En esa deriva de situaciones y personajes, como paradas en la carrera de Connie, Good Time abre subordinadas por las que la potencia de las secuencias iniciales se pierde. La adrenalina del bello Pattinson, en su mejor trabajo, es el mejor espectáculo que Good Time tiene para ofrecer, y no es poco.