Los hermanos sean unidos
Hay películas que transmiten la urgencia del relato con una verosimilitud única. Hay otras que se quedan en la sucesión de hechos y anécdotas sin poder, entre ambos, consolidar una historia potente y generar la tensión necesaria para continuar expectantes ante la pantalla. No es el caso de Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017), de los hermanos Ben Safdie y Joshua Safdie, hábiles y eficaces narradores que pueden superar el mero registro cuasi documental y algunas convenciones de género, para transmitir las vívidas reacciones de dos hermanos que ven cómo su suerte, de por sí ya maltratada, cambia de un momento a otro.
La cercanía que logran los directores con sus personajes, además, posibilita que el espectador quede a la espera de obstáculos y resoluciones, y más obstáculos y más resoluciones, luego de un desafortunado robo a un banco, que se resuelve en el encarcelamiento de uno de los dos protagonistas. A partir de allí los Safdies nos llevan a un catálogo de equívocos que van generando un inevitable descenso al infierno en el que Constantine (Robert Pattinson), tratará a toda costa, de conseguir la clave para sacar a su hermano (Ben Safdie) del mal momento que le toca atravesar en la cárcel.
Si bien el relato por momentos cae en convencionalismos, la imposibilidad de escapatoria del mismo, hace que el nerviosismo y la virulencia con la que se narra y se registra, terminen por construir un verosímil aún más potente, más allá de los estereotipos.
Good Time: Viviendo al límite aprovecha elementos del thriller para avanzar en un análisis de las clases olvidadas, de aquellos que deben pelear día a día no sólo por el pan, sino por poder mantenerse dentro del sistema aún a su pesar. Si al verla se percibe cierta “cruza” de Trainspotting (1996) con Corre Lola corre (Lola rennt, 1998), es porque el principal imán de la película es Pattinson, que compone con gran talento a este ladrón de cuarta que lo único que hace es comprometerse y comprometer aún más a su hermano a cada paso que da en sus intentos de sacarlo con una fianza.
El universo de personajes secundarios, la amante utilizada (Jennifer Jason Leigh), la joven seducida (Taliah Webster), el ladrón involucrado por error (Buddy Duress), el guardia que estaba en el lugar y en el momento equivocado (Barkhad Abdi), la abuela que sólo quiere lo mejor para sus nietos (Rose Gregorio), suman los conflictos necesarios para que la acción avance. Una dinámica con un proceso está presente en toda la película, y que tiene que ver con la utilización de lo verbal como refuerzo de la narración, mecanismo utilizado por algunos realizadores como Guy Ritchie (Snatch: Cerdos y diamantes), que además permiten sumar mayor velocidad a la progresión con una edición vertiginosa.
El nerviosismo, la banda sonora estridente que sincopa aún más las imágenes y escenas, el decadente mundo que se detalla con urgencia y sin filtros, potencian las actuaciones, logradas con un tono único. Tal vez por eso Pattinson desanda las peripecias de Constantine, para ayudar a su hermano, con un nivel interpretativo pocas veces visto en su carrera. Esto no tiene que ver sólo con su actuación, sino por su irreconocible phisique du rol y por la estratégica decisión de componer el personaje desde un naturalismo, alejado de lugares ya visitados, que refuerzan aún más decisiones del guion y estilísticas de este gran film.