Inquietud y ambigüedad
Buenas noches, mamá, la película de terror de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala, se sostiene en sus atmósferas y la aparición de sus datos.
La palabra es inquietud. Inquietud y ambigüedad. No es misterio, ni suspenso, ni terror. Si bien todos estos elementos estén presentes en Buenas noches, mamá (Good night, mommy) la película de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala se sostiene más en la sutil gradación de las atmósferas y en la inteligente dosificación de los datos que en el estricto respeto de las reglas de un género cinematográfico particular.
Una mujer que acaba de someterse a una cirugía facial vuelve a su casa en las afueras de Viena, donde la esperan sus hijos gemelos. Tiene la cara tapada por las vendas. Sólo se le ven los ojos y la boca. Los niños la reciben con frialdad. No la abrazan, la miran con recelo. No la reconocen.
La tensión entre ellos se instala desde ese primer momento como un enorme bloque de hielo que les impide comunicarse del modo en que se supone que una madre se comunica con sus hijos.
Ella está perturbada, cansada, irritable, y no es mucho lo que se nos dice sobre las causas de su estado anímico.
Una conversación telefónica permite deducir que la mujer sufrió un terrible accidente y que se separó del padre de los chicos. La escasez de información, sumada a la máscara de la ella, induce a que el espectador comparta con los gemelos la sensación de que su madre fue sustituida por una extraña.
Ese clima opresivo contrasta con los juegos al aire libre de los chicos. Sin dudas las mejores escenas se desarrollan en los paisajes que rodean a la casa, un bosque, un lago, un campo sembrado, un cementerio abandonado. La belleza que Franz y Fiala extraen de esos lugares está impregnada por una profunda sensibilidad acerca de lo que significa jugar para los niños: una serie de actividades que pueden ir desde saltar en una cama elástica hasta quemar un insecto con una lupa. La inocencia y la crueldad en la misma longitud de onda.
Si hubiera que clasificar la película en un género específico, tal vez lo más correcto sería decir que se trata de un drama psicológico. Mejor dicho, un drama psicopatológico.
No hay que olvidar que Austria tiene todo el derecho del mundo a exigir el título no tan honorífico de capital mundial de la psicopatología. Allí nació el mayor psicopatólogo de la historia, Sigmund Freud, y también el mayor psicópata, Adolf Hitler. La primera escena hecha con material de archivo, antes de los títulos, es una sutil alusión a esa triste tradición de delirios personales y colectivos.
Sería un error suponer que la película Buenas noches, mamá tiene una teoría sobre la locura, aunque deja servida la idea de que la locura es una madre sin rostro.
Esa sospecha sobre la identidad del otro, por muy cercano que sea, ese enigma por el cual lo familiar se vuelve extraño, es la materia prima de esta muy buena película cuyo único defecto son dos escenas oníricas, bellísimas y perturbadoras pero innecesarias.