Mamita querida...
El horror familiar austriaco que nos merecemos en todo festival llega esta vez de manos de estas dos directoras, producidas por Ulrich Seidl, en una película que podría entrar también en la competencia de género. Y si la crueldad y la violencia familiar son motivos ya recurrentes en el cine de ese país, aquí lo que lo vuelve más tolerable es el marco “genérico” que los contiene, a diferencia de otros connacionales de las realizadoras.
Una madre regresa a su casa campestre tras un accidente que le requirió una operación estética en el rostro, por lo que lo tiene todo vendado. Allá la esperan, jugando como si nada pasara, sus dos hijos gemelos. Pero la alegría del regreso se interrumpe ya que mamá está muy cambiada y no sólo por los vendajes: agresiva, dura, intolerante, la mujer ha vuelto convertida en otra. Y los chicos empiezan a sospechar que ese cambio es literal: que no es su madre sino una impostora.
Ese es sólo el comienzo de una serie de batallas psicológicas que se vuelven físicas y tortuosas en este film que cada vez va revelando más y más capas, si bien muchas se pueden adivinar de entrada si se presta un poco de atención a ciertos detalles.
Promediando el relato la situación se pone casi al borde del género de terror puro, con escenas que harán a más de un espectador entrecerrar los ojos, pero aun con esos excesos la película logra transformarse en una experiencia enervante y tensa, con algunos momentos sorprendentes.
Es fácil imaginar que esta historia tendrá su remake hollywoodense: los elementos narrativos están ahí, listos para ser transformados del tono gélido de la familia austriaca disfuncional que todos amamos odiar a algún pueblito del centro de los Estados Unidos… Si pasó con Funny Games –película con la que tiene algunos puntos de contacto– seguramente ocurrirá con esta.