Ya no sos igual.
Sabemos que la sensación de incomodidad producida por determinadas películas suele estar condicionada por el sensacionalismo que persiguen sus realizadores. Cuando esta decisión no resulta impuesta según las estrategias del mercado, solo podemos considerar la voluntad de representar un contenido conceptual. El entramado de violencia que demuestra la austríaca Goodnight Mommy permite contemplar cuestiones moralistas, reproducidas a través de invariantes psicológicas, para hablarnos de la desatención paternal. Aunque debemos resaltar que este temperamento termina recurriendo a una perversidad que comparte matices directos con el trabajo del compatriota Michael Haneke.
La historia comienza con dos hermanos gemelos jugando en una casa de las afueras, y la respectiva madre de ambos, que regresa al hogar con el rostro totalmente vendado después de realizarse una operación tras un accidente. Desde los primeros instantes, los menores comienzan a notar cambios abruptos en el carácter de su madre, algo que se refleja en maltratos físicos y verbales, sospechando que en realidad podría tratarse de una impostora.
La apertura de esta escalofriante producción, escrita y dirigida en sociedad entre Veronika Franz y Severin Fiala, consigue desarrollar determinados atributos materiales. Su arquitectura aburguesada condensa un modelo familiar desprovisto de interacciones externas, haciendo que este aislamiento funcione como recurso para plantearnos un escenario angustiante; mientras la violencia desatada durante la primera instancia de la película se convierte en reflejo del deterioro que padecen los vínculos afectivos. Esta indiferencia entre los protagonistas transmite un dramatismo que sabe acompañar las imágenes pesadillescas que al mismo tiempo se van superponiendo.
Lamentablemente las decisiones narrativas consideradas por Franz y Fiala terminan invirtiendo las posiciones que fortificaban la primera mitad del relato, de modo que los motivos del victimario son alternados para transitarnos por secuencias cargadas de una morbosidad sumamente inquietante. Durante estas instancias cercanas al desenlace, es cuando las reminiscencias al trabajo de Haneke se vuelven completamente evidentes (tómese como ejemplos El Video de Benny y Horas de Terror), pero los realizadores implementan una vuelta de tuerca inadecuada como despedida. Sepan que para incrustarse en la memoria del espectador, las películas de Haneke únicamente soportan el realismo como indirecta, evadiendo siempre resoluciones tramposas, una herramienta que a Goodnight Mommy le hubiera funcionado mejor para terminar de destacarse.