Después de La Bruja, otro gran ejemplo de cómo hacer cine de terror sin caer en el baldazo de sangre digital. Una mujer que ha tenido una operación en su rostro, completamente vendada, vuelve a su hogar con sus dos hijos, gemelos. Pero ellos sospechan que, quizás, no sea realmente “mamá” y el suspenso, lo extraño y el miedo, crecen cada minuto. La sugestión, el recorrido del espacio y un guión de acero inoxidable generan un estado de miedo perfecto y puramente cinematográfico.