Madre, ¿hay una sola?
Un filme de horror con pocos personajes, mamá, dos gemelos, una casa alejada y una trama macabra. Muy macabra.
Una de las mejores cosas que ofrece el cine de horror, el que realmente logra ingresarnos en una historia y sentir verdadero miedo, es hacernos partícipes, aunque desde una lejana butaca.
Pero vean Goodnight Mommy y sentirán que la pesadilla que se vive dentro de esa casa cerca de un lago es asfixiante. Agobia. Es, casi, eterna.
Los elementos con que cuentan los austríacos Severin Fiala y Veronika Franz son los justos. Pocos personajes, pero bien relacionados, una casa moderna, pero alejada y una trama macabra. Pero bien macabra.
Los gemelos Lukas y Elias (Lukas y Elias Schwarz) aguardan en su nueva casa a que llegue su madre (Susanne Wuest), luego de una operación a la que la sometieron por cuestiones estéticas. Así que mamá llega con el rostro vendado. El clima se va enrareciendo, al igual que las relaciones entre los hermanos, pero más que nada con la progenitora. Los hermanos, de 9 años, comienzan a desconfiar de su madre.
Primero, de sus actitudes. Luego, están convencidos de que se trata de una impostora. ¿Quién está más indefenso, allí, en medio de un paraje paradisíaco? ¿Y a quién acudir si se trata de sobrevivir, en lucha entre conocidos?
Las vueltas de tuercas maléficas, que por supuesto no adelantaremos, hace pensar que los personajes de Michael Haneke son como pequeños monstruitos al lado de lo que se ve aquí.
A los realizadores les basta con contraponer las duras reglas que desea imponer la madre (que, con las vendas, parece más momia que mamá) para comenzar a desatar un infierno. Confianza, solidaridad, temor y amor, de todo hay entre esas cuatro paredes y los ventanales limpios.
Por ahora.
El tema del doble, tan querido en lo concerniente al género de horror, está muy presente y no sólo porque los protagonistas sean gemelos. Hay máscaras, y rostros que se ocultan, el de mamá y el de los niños. Hay una relación simbiótica y hasta tal vez perversa entre los hermanos, que a Brian De Palma y a David Cronenberg los haría poner colorados. Y hay una cuota de sadismo. Es el siglo XXI, en fin.
Hacer cine de autor con el terror no es para cualquiera. Kubrick lo logró con El resplandor, y aunque la pareja detrás de Goodnight Mommy no está a la altura del realizador de La naranja mecánica, imprimen su marca y se alejan de tanto morbo que circunda ensuciando más que elevando al género.
Al estar prácticamente cercada la narración a la casa, el lago y el bosque, el trabajo de cámara e iluminación de Martin Gschlacht es fundamental. Logra contrastes agudos, sombras y oscuridad inquietantes, lo mismo que la edición. El guión pasa de imágenes casi bucólicas a otras de violencia extrema, y los sobresaltos son bien llevados.
Nada es porque sí. Una lección para aquéllos que dicen amar el género, que no deberían perderse esta película.