¿Dónde está nuestra madre?
Antes de desasnarse acerca de la película de los austríacos Veronika Franz y Severin Fiala, el espectador no debe olvidar que estamos muy lejos de la industria hollywoodense. Teniendo en claro esto, somos conscientes de que Goodnight Mommy no es pretensiosa en su afán y se toma su tiempo para contar las cosas, hecho que puede densificar el relato de alguna u otra manera.
Dos hermanos gemelos (Lukas y Elias Schwarz) aguardan la llegada de su madre (Susanne Wuest), recién sometida a una intervención quirúrgica estética. Todo se vuelve misterioso cuando la mujer llega al lugar con su rostro totalmente vendado, como si fuera una momia, en una secuencia que realmente inquieta. Este contexto se irá enrareciendo cada vez más cuando los hermanos comiencen a sospechar que la mujer no es su madre.
Siempre recordaré una película de terror francesa muy interesante llamada Ellos (Ils, 2006), en la que una pareja joven se mudaba a una gran mansión. El lugar, totalmente alejado de todo y de todos, encerraba un misterio e incertidumbre que la película transmitía de excelente manera. Es válido recordar este ejemplo para entender que las buenas historias no necesitan de la grandilocuencia, y que el cine europeo tiene otras formas de contarnos las cosas.
Dicho esto, no queda más que disfrutar de un film lento en su relato, con climas sórdidos y claustrofóbicos bien logrados y con una mística que se renueva plano tras plano (los ambientes de la casa plagados de cuadros fotográficos de una mujer que, inferimos, es la madre en cuestión, totalmente desfigurados).
La película de Franz y Fiala aprovecha bien sus recursos y en ningún momento se vuelve predecible, elemento que actualmente vemos hasta el hartazgo repetirse en el género. Es por ello que en esta época nos viene bien que aparezcan films como Goodnight Mommy, que se sostiene bastante bien aunque uno de sus desaciertos haya sido no incorporarle algún componente más vertiginoso al relato.