La labor de Sylvia Vesco y su hijo Gerónimo, las propias imágenes de Carlos Gorriarena (1925 -2007), el testimonio de amigos, colegas y discípulos fortalece la idea de relevamiento que implica todo cine.
Ahora bien, el soporte digital puede ser un escollo, deformando en muchos casos la verdad plástica de los originales que plasma. Cuadros pixelados, colores y contrastes trastocados y temas con la luz no hacen de Gorri un film que le haga mérito al artista.
En cuanto a pieza documental, la búsqueda de Guarini no queda muy clara. Hay un aparente hilo conductor que es el traslado de la obra del artista desde las 6 am hasta las 13 pm, al lugar de su última hasta ahora exhibición en el Centro Cultural Recoleta. Lo demás no se comprende mucho. Algunas secuencias son sobre el maestro, en blanco y negro y en cámara lenta. Percibimos que el documental intenta plantear un problema en relación a su ausencia y qué pasa en el taller de un creador cuando este se marcha, pero no alcanzamos a comprender cómo opera el documental sobre su ausencia o su vacancia.
Más allá de esto Gorri tiene su mayor valor en el archivo al que contribuye. Implica entre otras cosas la oportunidad de asomarnos a su taller y que muchas de sus obras queden registradas. Destaquemos que se trata de un creador muy particular en cuanto a la autopreservación de su propia obra, que viene experimentando una gran puesta en valor de todo su corpus por parte del mercado nacional e internacional de coleccionistas y de toda la crítica.