Lo que funciona es el encierro
El director de El amarillo y Gallero, Sergio Mazza, apuesta en este caso por un drama intimista y puramente climático sobre una joven argentina que busca su lugar en Francia: allí aparecen los dramas burocráticos -complicaciones laborales, de papeles- pero también afectivas -los lazos a la distancia, la imposibilidad de comunicarse con nuevas personas-, especialmente a partir de la relación que surge con un fotógrafo local que le da hospedaje.
Mazza acierta especialmente en esa relación: ahí aprovecha los espacios reducidos del departamento que ambos comparten para generar una tensión que va creciendo progresivamente. Las diferencias de lenguaje, las diversas formas de comunicarse entre ambos, que aunque lo intentan no impide observar sutilmente las distancias culturales entre ambos.
Pero Graba, como todo film, tiene que avanzar de su premisa: y ahí comienzan a verse los agujeros de una historia que mejor funciona cuando más se reducen los espacios, y la relación entre ellos se mantiene en una intimidad plagada de misterios. Cuando los personajes comienzan a abrirse, los giros del guión convierten a los personajes en lugares comunes, con acciones esperables y obvias.
Así, lo que queda, es una acertada construcción de climas y tensiones, con una utilización del sexo como forma de descomprimir angustias. El asunto es que esto ya lo hemos visto muchas veces, con mayor intensidad. Y en poco ayuda la actuación de Belén Blanco como la joven en cuestión, siempre con una adustez y severidad que impide el ingreso de aire, de amabilidad. Esto va más allá de los problemas que pueda tener su personaje. ¿Acaso usted cree que la gente con problemas nunca ríe?