Primera ficción del hasta ahora documentalista Cristian Jure, "Gracias Gauchito" es la recreación de una figura mítica con mucho de popular y autóctono. Cristian Jure es conocido en el mundo del cine por dos de los documentales argentinos más exitosos de los últimos años. Formato difícil de hacer penetrar al espectador masivo, a Jure lo caracteriza una palabra, popular.
"Alta Cumbia" y "Pepo: La última oportunidad", tuvieron ambas un recorrido similar. Se presentaron en festivales en los que se generó un revuelo que difícilmente consiga otra película local, y menos un documental. Con este espaldarazo consiguieron estrenos en varias salas comerciales en las que otra vez, se armó todo un ritual alrededor de su visionado.
Por supuesto, la clave está en las temáticas que aborda, un repaso por la cultura de la cumbia villera, y la historia del ídolo mayor actual de esa movida. Siempre con respeto, identificación, y ubicándose a la par, nada de estudio antropológico a lo National Geographic, miserabilismo, o compasión.
Pasión pura por lo que se habla. Probablemente no hay en la actualidad un director más acorde para retratar la historia de El Gauchito Gil, el santo pagano que desde el interior de nuestro país, se ganó una respetada figura como ícono milagroso popular. A Jure se le notan las referencias, las inspiraciones, y bienvenido que así sea.
Si hablamos de director popular ¿Hay otra representación mayor que la de Favio? Sí, en "Gracias gauchito" hay algo del Favio de "Juan Moreira" con una mirada actual y cercana.
Bebe de la mejor tradición del cine gauchesco, como las más cercanas en el tiempo "Aballay" y "El grito en la sangre"; y le suma toda la iconografía necesaria para que sintamos que sí, estamos hablando de un santo venerado. Imágenes oníricas, logradas recreaciones de época, manejo de dos planos temporales.
"Gracias Gauchito" va y bien en su narración, sin hacerla lineal, tampoco complejizándola. Nunca pierde el eje de ser una película de consumo masivo. 50 años después de la primera ”aparición” milagrosa del Gauchito, un hombre visita una pulpería de pueblo y lleva consigo el típico altar que podemos ver en varios costados de las rutas o esquinas del país.
Inmediatamente entabla una conversación con otro cliente, más incrédulo, y como un apóstol que lleva la palabra, comenzará a contarle la historia de Antonio Mamerto Gil Nuñez. Será su voz en off, y la de su interlocutor, casi en forma de recitado de poema gauchesco la que nos conduzca a lo largo de la película.
"Gracias Gauchito" se basa en la novela corta "Colgado de los tobillos", de Orlando Van Bredam, que el mismo autor asegura haber escrito mediante un extraño hecho con su automóvil que lo obligó a hacer una parada en la provincia de Corrientes. "Colgado de los tobillos" se publicó originalmente en 2001, y diez años después se reeditó como "El retobado"; con algunos cambios respecto a las percepciones entre el sufrido mártir y el defensor ideológico.
Este relato se balancea entre las dos posturas, entre el desertor y el exiliado, entre el Robin Hood argentino, y el milagroso del pueblo.
Sus tragedias comienzan de chico al ser maltratado por su ascendencia relacionada a los pueblos originarios. En su juventud es alistado dentro del ejército de los Federales, del cual rápidamente se desencanta al encontrar en ese bando las mismas injusticias que enfrentaba. Decide huir, y así se convierte en un perseguido que debe exiliarse en Paraguay como fugitivo de la ley. Allí comienza lo mítico de su figura, que se acrecienta al regresar a Corrientes.
Antonio Mamerto Gil es un ser religioso, y Cristian Jure se encarga de configurar su historia de un modo paralelo a la de un Jesucristo local.
Pero es este un santo sucio, del pueblo, venerado por los suyos por la ayuda que les da mediante el robo a los terratenientes. También mantiene un romance con una mujer prohibida que lo terminará conduciendo a más tragedias. "Gracias Gauchito" se va estructurando a modo de los hechos relevantes en la historia del personaje, pero su narración es fluida, no se siente fragmentada o esquematizada.
Necesariamente recurre a algunos lugares comunes de estas historias que, por tradición o configuración de las creencias generales, debían estar. Al igual que en sus documentales, Jure nos habla de la creación de figuras a través de la elevación del pueblo. Antonio Mamerto Gil va perdiendo su inocencia, se va curtiendo, y sufre las injusticias de una clase sobre la otra.
No se esconde su postura ideológica, al contrario, se la exacerba en diálogos y párrafos en off, como un potente poema gauchesco.
Todo su costado milagroso, que comienza a verse en vida, está relacionado con este factor, tratar de reparar las injusticias para con los suyos. Un hombre que veía al mundo dado vueltas mucho antes de su icónico final. Plagado de imágenes bellas, con la épica a flor de piel, con pasión, fervor y sangre.
Se ve como una superproducción de época, aunque lógicamente su presupuesto no se le acercó al de las películas más grandes de nuestro país. Esto es a base de talento puro.
El lenguaje visual y sonoro del film penetra en las profundidad y remarca el mensaje por si el texto no fuese suficiente. Jorge Sienrra logra una interpretación sentida de este Antonio que se va convirtiendo en el Gauchito en vida, su presencia es un hallazgo.
El omnipresente de la ficción argentina, Diego Cremonesi ofrece otra de sus grandes caracterizaciones, siempre diferente, siempre exacto en el tono; un Zalazar villano que se hace odiar sin sobreactuar. Lali Gonzalez como Dolores, el amor trágico, la cómplice, tiene química con Sienrra y cumple una labor más que correcta. El resto del elenco, con actores locales, es armonioso y correcto en su conjunto.
"Gracias gauchito" se ve y se siente apasionada, mítica – onírica – y popular. Logra transmitir su mensaje, y más allá de las creencias subjetivas deja clara la importancia de estas figuras como esperanza para un pueblo castigado. El paso a la ficción de Cristian Jure no podía ser más acertado, otro homenaje justo y logrado de un realizador al que ya es hora de prestarle mayor atención.