Enfermos con muchas ganas
Aquí se aborda un tema muy frecuentado en estos días: el de los adictos al sexo. Pero falla porque no define su tono y no se toma las cosas en serio. Si bien el material se presta para el toque grueso y burlón, el filme no abandona el tono de comedia amable, que en algunas situaciones y en algunos personajes (sobre todo ese médico desaforado) apela a la brocha gorda y no alcanza a ser ni chispeante ni romántico. Es el primer largometraje como director y guionista del hasta ahora solo escritor Stuart Blumberg. Su filme se pone a veces serio y a veces absurdo, pero es indeciso y desparejo. Los protagónicos tienen dos buenos actores (Marck Ruffalo y Gwyneth Paltrow) y su historia debería ser lo más interesante en este juego de enfermos raros que necesitan grupos de autoayuda para poder hacer los doce pasos salvadores que los dejarán en la otra orilla. No hay intriga, fluye entre notas pintorescas y apuntes de variada efecto, pero deja con ganas de ir un poco más allá, de poder abordar seriamente el asunto, de ver de qué manera esta nueva patología va condicionando conductas y hasta dónde el amor y sus demandas puede ser parte del manojo de adicciones que va atando a sus practicantes. Son ideas apenas insinuadas que a falta de profundidad se quedan en la superficie. El filme no aburre ni despierta mayor interés, transcurre en una medianía que alterna buenas y malas, es disperso y le falta garra, pero no deja de ser agradable, aunque quizá demasiado leve y agradable.