Un método peligroso.
Stuart Blumberg toma tres historias vinculadas entre sí como punto de partida de su ópera prima. La de Adam (Mark Ruffalo), Neil (Josh Gad) y Mike (Tim Robbins), todas atravesadas por las compulsiones sexuales sufridas por los tres personajes, que asisten a las mismas reuniones de sexoadictos y son “padrinos” unos de otros, ayudándose mutuamente a continuar la lucha diaria contra su enfermedad. Una lucha que parece de nunca acabar, porque para ir superándose a sí mismos deben abstenerse de todo, hasta de masturbarse. Pero el verdadero eje de la película no es la adicción -que podría ser al sexo o cualquier otra cosa- sino la superación personal y el grupo de personas que sirven de sostén durante el arduo proceso. Una suerte de comunidad que está dispuesta a responder llamadas de ayuda a cualquier hora del día, siempre listos para dejar todo y salir corriendo a evitar que algún personaje tenga sexo.
Los de Gracias por Compartir son seres atormentados por adicciones de las que no pueden recuperarse del todo. Personajes que tocan fondo, que viven al borde de la recaída, que reinciden, mienten, tienen prohibido el acceso a internet o a un televisor y no pueden viajar en subte. Entonces, el sexo se convierte en un problema y ya no existe ni la sana diversión para estos pobres personajes. Por lo tanto, no hay normalidad posible para ellos. Son hombres enfermos tanto cuando recaen como cuando no.
Así, la película se torna -al igual que sus personajes- un poco inestable e impredecible, oscilando entre la falta de definición en cuanto al tono y la disparidad de las actuaciones. A pesar de estar siempre muy por encima del resto, Gwyneth Paltrow no parece encajar del todo en ese universo. Junto con los problemas de tono y de actuación, surgen los de guión y dirección con escenas melodramáticas que bordean la inverosimilitud e incluso parecen forzadas para encajar con las situaciones requeridas por el guión, lo que hace que estemos todo el tiempo conscientes de los mecanismos de la fórmula y no podamos empatizar con ningún personaje. En parte, porque además son seres que pueden cambiar sus actitudes de un minuto a otro y realizar acciones que jamás hubiésemos imaginado que harían hasta ese momento. Incluso la película se encarga de impedir que logremos -si se quiere- comprenderlos o compadecerlos, porque nunca ahonda en lo que lleva a esos personajes a contraer sus adicciones.
El cine mainstream hollywoodense se ha encargado de demonizar últimamente el hecho de llevar una vida sexual activa normal dentro de una sociedad, con ejemplos que van desde Shame hasta Entre sus Manos. La libertad sexual es vista como algo peligroso, hasta el punto en que cualquier personaje que lleve una vida sexual libre es un adicto al sexo o tiene un problema. Lamentablemente, la ópera prima de Blumberg no se distancia de estos ejemplos y termina siendo no más que un muestrario de diversas adicciones y formas de lidiar con ellas, rociadas de un puritanismo aleccionador patológico.