El hecho tan fortuito como trascendente de encontrar en un volquete un baúl con decenas de partituras de una vieja big band merecia un buen documental y la directora Peri Azar aquí lo logra con creces. Su film arranca con una demolición, una obra llena de bolsas de concreto similar a la que en 2000 fue a parar ese baúl con la batuta y las creaciones del director Héctor Lomuto y su Gran Orquesta.
La llegada del longplay, la masificación del tocadiscos, el rock y sus bailes -la nueva música de moda desde fines de la década de 1950 e inicios de la de 1960- malograron a las big bands de jazz que se presentaban en los clubes y cuyas actuaciones se trasmitían desde espaciosos estudios como los de Radio El Mundo, siempre con público presente. También se cuela en el film el dato de que cierto entendimiento de Lomuto con el peronismo determinó su caída en el olvido luego de la Revolución Libertadora.
A la manera de Café de los Maestros, Peri Azar buscó a los herederos de aquellos músicos (los integrantes llegaron a ser 18) para retomar algunas de esas partituras. Acierta con los ensayos para volver a presentar la orquesta y las voces, mientras por recuerdos de los hijos y otros familiares (sumados a coleccionistas y aficionados) surge la fuerte veta nostálgica de un tiempo que fue hermoso y puede terminar junto a los escombros. Por suerte, Azar -la vecina y la directora- estuvo allí para rescatarlo. Un film musical para salir bailando.