Ya separarse era algo malo en la historia de la humanidad para la gente, desde tiempos inmemoriales, imaginate ahora, en este nuevo siglo, plagado de información, ansiedades, estándares altos,… Es una pequeña odisea urbana que si no la encarás con todo, te desborda y golpea hasta demolerte.
Este es un poco (siento yo) el enfoque de “Granada y al paraíso”, una realización independiente y casi experimental de Augusto González Polo. “La ciudad crece, el progreso no se puede detener...” se escucha en los primeros momentos y esta línea es cómo un signo de hacia donde vamos en el relato. Nada de lo que sucede, en cuanto a desarrollo social y costumbres, se puede detener.
De esa angustia y de quedarse solo, habla esta cinta.
Incomunicación, intereses contrapuestos, dolor. Hay aquí una pareja protagónica que intenta acostumbrarse a ser, individualmete. Luchando contra todo lo malo que implica hoy la supervivencia emotiva en esta jungla de cemento moderna. En víspera del 2012, donde podría ser quizás, el fin del mundo según el calendario maya.
Esta creencia de final, es sólo simbólica. La vida está llena de pequeñas muertes y “Granada...”esto lo expresa bien. No importa demasiado eso que puede suceder, ya las cosas que nos duelen y nos hacen crecer pasan, más allá de la espera del eventual juicio final.
La estructura del film es clara, tiene sustento y es una mirada aguda hacia un perfil de sujeto atravesado por esta crisis treintañera de sentirse yendo a ningún lugar, donde el placer se ha extinguido y las cavilaciones existenciales cobran fuerza y se retroalimentan con cada nuevo paso.
González Polo hace un buen trabajo con pocos elementos.
Compensa la falta de recursos técnicos con una enorme fuerza y convicción. Probablemente el guión podría haber sido más oscuro y quizás menos personajes aportarían más unidad a la cinta, pero es sólo una impresión.
El audio es un aspecto que el film nos debe, aunque trata la banda de sonido, de acompañar con solvencia. Hay actuaciones correctas aunque algunos diálogos parecen disonantes o demasiado artificiosos.
Pero en definitiva, la historia que presenta es potente, la selección de imágenes y ciertos segmentos son clara muestra de que el hombre sabe adonde va. Esa entereza es la que saca su cinta adelante. Y algo de la enorme voluntad de gente como Diego Gatto y la convincente Mónica Recalde, en un cast que tiene como curiosidad la presencia de Antonio Birabent, dentro de un cast entusiasta.
Me gustó y se que es quizás demasiado independiente para muchos paladares. Pero hay que apoyar estas visiones, para tener cada día un cine local más fuerte que refleje todos los sectores del medio. En el Centro Cultural San Martín, busquen si pueden la banda de sonido, esos temas les resonarán mucho tiempo después.