Si uno mira solamente el poster de esta película, puede darse una idea de cómo va a ser: vemos a los protagonistas, una nena y un señor grandote de traje, de espaldas. Al lado del señor en cuestión (de nombre JJ) hay una mochila carrito rosada, mientras que la susodicha niña (Sophie) está subida a un maletín. Con esto, lo que uno puede esperarse es una comedia de acción familiar, con dos personajes bien distintos, donde el humor surge a partir de sus actitudes antagónicas.
Grandes espías no se aparta de este esquema en casi ningún momento. Uno puede prever, más o menos, cómo va a resultar la acción de los personajes: JJ (pronúnciese “yei-yei”), el duro agente de la CIA (un Dave Bautista en estado de gracia) que de a poco muestra un lado sensible a medida que conoce a la niña que debe cuidar; Sophie, cuyo carisma e inteligencia se potencian al conocer al espía; la agente que acompaña a JJ, que al principio se muestra inútil a la hora de manejar las armas, para luego mostrarse eficaz a la hora de combatir a los malos; la madre soltera de Sophie, quien terminará por engancharse con el protagonista. A esto se le suman las dosis de humor y de drama que abarcan la mayor parte del metraje, y que conviven con la trama de espionaje. Esta última justamente queda apenas esbozada, mostrándose de manera muy pobre frente a la relación entre JJ y Sophie.
Aún con esta suma de elementos previsibles, lo cierto es que la virtud del filme está, curiosamente, en cómo reconoce sus clichés, especialmente los del cine de acción. O sea que incluso si esta película se interna por caminos ya conocidos, puede a través de ellos encontrar momentos de vitalidad. Esto ocurre en la secuencia con que abre el filme, donde vemos a JJ hacerse pasar por uno de los rusos malos para desbaratar su plan, sólo para ser descubierto por uno de ellos que le retruca “¿con quién tomaste clases de actuación? ¿Con Mickey Rourke en ‘Iron Man 2’?”. O en las escenas en que JJ enseña a Sophie a no mirar a las explosiones mientras caminan hacia adelante. Quizás donde esto mejor se expresa sea en el clímax, donde una escena de extrema tensión es interrumpida por un personaje que dice “siento que vi esto antes. Sólo faltan los nazis”. Esta autoconciencia es lo bastante notable como para mantener la película a flote. Exigir más sería pedirle peras al olmo. Aunque el olmo pueda resultar simpático.
Calificación: 6/10