"Grandes espías", otro gigantón en plan infantil
Lo hicieron Arnold Schwarzenegger, Vin Diesel y Dwayne "The Rock" Johnson: ahora le toca a Dave Bautista convertirse en el experto en acción que descubre su lado tierno.
A Dave Bautista le llegó la hora de cumplir con una las tantas reglas no escritas de Hollywood: si un actor musculoso, con pinta de recio y asociado al cine de acción quiere suavizar su imagen, nada mejor que incursionar en una comedia familiar –tanto mejor si, además, tiene alguna subtrama policial– con una nenita encantadora como partenaire. Bien lo saben el imperturbable Vin Diesel, que allá por 2005 filmó Niñera a prueba de balas, o Dwayne “The Rock” Johnson, que a falta de una tiene dos películas de este estilo, Papá por sorpresa (2007) y Hada por accidente (2010). Incluso el mismísimo Arnold Schwarzeneggerdevino maestro de jardín de infantes para Un detective en el kínder (1990). En todas ellas el punto de partida es similar: el protagonista, casi siempre un ex o actual miembro de alguna fuerza de seguridad, debe infiltrarse en un ámbito infantil para una misión. Grandes espías es una muestra cabal de este tipo de películas, una comedia inofensiva y predecible en la que el gigantón descubre que debajo de su cuerpo voluminoso hay un ser tierno y querible.
Como todas las comedias policiales, Grandes espíasarranca en medio de un operativo en un terreno peligrosísimo, permitiendo mostrar así las habilidades y el pragmatismo del héroe de turno. Al buenazo de JJ (Bautista) lo mandan ni más ni menos que a Pripyat, la ciudad abonada cercana a la central nuclear de Chernobyl, para concretar un intercambio como infiltrado con un grupo de traficantes de armas locales. La cuestión no termina del todo bien, y su jefe (Ken Jeong, el coreano limado de ¿Qué pasó ayer?) lo degrada a un puesto de vigilancia pasiva junto a su aparatosa compañera Bobbie (Kristen Schaal). La misión consiste en colocar y observar varias cámaras de seguridad en el departamento donde vive la cuñada y la sobrina de un poderoso mafioso para ver si en algún momento da señales de vida. Pero la pequeña Sophie (Chloe Coleman) descubre una de esas cámaras, abriendo las puertas a la extorsión: si JJ quiere mantener en pie la operación, debe acompañarla a una actividad escolar que estaba a punto de perderse porque, casualmente, mamá justo no podía llevarla ese día.
A esa salida obligada le seguirán otras, además de una cena en la que JJ pega onda con la madre. Pero, entre caminatas con helados, charlitas cómplices y algunas prácticas relacionadas con la aplicación de los secretos del espionaje, el agente empieza a involucrarse con esa familia deshilachada, en lo que es el preludio perfecto para la aparición del mafioso. A esas alturas para JJ será una cuestión más que laboral, en tanto a las obligaciones del oficio le adiciona una motivación personal. Algo similar hace el veterano Peter Segal, alguien con probados pergaminos en el terreno de la comedia gracias a, entre otras, La pistola desnuda 33 y 1/3, Como si fuera la primera vez y Súper agente 86, un director acostumbrado a resolver a puro oficio, con timing, sentido cómico y pulso seguro, películas con guiones sin demasiado vuelo. Además, el casting es perfecto: Bautista está ajustadísimo en su rol de grandote pero de buen corazón, Coleman, de apenas once años, tiene un carisma indudable, y los personajes secundarios, con Bobbie a la cabeza, son soldados fieles a la causa.