En la línea de Un detective en el kinder, Grandes espías trae al gigantesco Dave Bautista en una comedia de acción que acierta en su desarrollo y en el tono dado a su personaje.
En Grandes espías, el agente de la CIA, JJ -Bautista es el símil de Dwayne "La Roca" Johnson- es relegado de su puesto luego de ser decubierto durante una investigación en Ucrania y pasa a liderar un simple operativo de vigilancia para controlar a Kate-Parisa Fitz-Henley-, una madre soltera y a Sophie -Chloe Coleman-, su hija de nueve años. Pero todo cambia cuando JJ es -nuevamente- descubierto y chantajeado por la pequeña y él se ve obligado a entrenarla como espía. Ambos formarán parte de una misión peligrosa que involucra lucha por el plutonio, traficantes de armas y un mapa escondido que moviliza la historia.
El gigante y la niña desarrollan una relación de protección -JJ tiene un pez como Jean Reno tenía un planta en El perfecto asesino- en medio de un relato que va de la acción a la comedia con facilidad- Al inicio, hay un persecución en medio de tiroteos y explosiones con el fondo musical de Laura Branigan.
La propuesta es autoconsciente del nivel de guiños que maneja -nombran a Mickey Rourke en Iron Man 2 y hay un final a lo Indiana Jones- y se apoya constantemente en las escenas en las que un "duro" del cine se ve ridículo patinando en la pista de hielo ante las exigencias de la pequeña heroína para terminar con el bullying de sus compañeros de colegio.
Están además los villanos de turno pero el foco está colocado en la mirada ingenua y certera que nace de la relación entre la pareja protagónica -acá es más lista la niña que el agente-. Resulta divertido además el personaje de la compàñera enamoradiza de JJ, encarnada por Kristen Schaale y la pareja de vecinos gay del edificio. Un pasatiempo eficaz que entrega lo que promete en medio de una trama con recomposición familiar, figura paternas y parejas ausentes.