Primero fue Arnold Schwarzenegger. Su heredero fue Dwayne “La Roca” Johnson. Y más tarde, en la disputa por el trono de los deportistas anabolizados devenidos héroes de acción/comediantes, apareció Dave Bautista. El exluchador dio con el tono justo en Guardianes de la galaxia, fue creciendo secundario a secundario y ahora sobre sus bíceps carga como puede a Grandes espías, donde es un agente de la CIA duro por fuera y sensible por dentro.
Esta comedia apela al juego de las parejas disparejas por partida doble, siempre con Bautista como eje. Su primera contrafigura, y lo mejor de la película, es la otra agente asignada a la misión. Él es el músculo y ella, el cerebro, la nerd, la aparata: Kristen Schaal (conocida por las series Flight of the Conchords y The Last Man on Earth) aporta la mezcla de torpeza y candor que su personaje requiere, y con sus intervenciones llegan los pasajes más simpáticos.
La otra contrafigura, virtual coprotagonista, es la nena piola, Chloe Coleman (de Big Little Lies), que cumple sin abusar de los mohínes y la adorabilidad que tan irritantes vuelven a los niños actores. La criatura descubre que el musculoso y su socia están vigilándolas a su madre y a ella, y chantajea a Bautista: debe ocupar un rol paterno -su padre fue asesinado- y acompañarla en sus actividades a cambio de no ser delatado.
Además de los contrapuntos entre Bautista y sus dos partenaires, la comicidad gira en torno al elefante en el bazar, con reiterados chistes que ubican al grandote en situaciones supuestamente ridículas para su tamaño (como pelearse con chicos de nueve años, patinando sobre hielo, bailando). A la trama cómica se le suman las previsibles subtramas: romántica (desde ya que la nena quiere enganchar a su madre con Bautista) y de acción (por algo esta gente trabaja en el mundo del espionaje).
Un combo remanido y fabricado en serie, pero que sale ganando en la comparación con otros productos similares que llegan desde Hollywood. Es decir: podría ser peor.