Probablemente sea uno de los estrenos más ridículos del año y posible consumo irónico.
Tal vez si uno sabe esto, la puede disfrutar de esa manera: película que es buena por lo mala que es.
En mi caso particular no pude conectar con ninguna ironía.
No creo que los responsables del film quisieran plasmar ese tipo de entretenimiento.
Ya en la primera escena salta este problema.
No es lo suficientemente ridícula como para que sea parodia, ni lo suficientemente entretenida como para tomarla como una comedia de acción.
La mezcla con los hits pop retro mientras los tiros vuelan en cámara lenta e imitación de la franquicia Deadpool no ayuda para nada.
Peter Segal, quien ha dirigido grandes comedias tales como 50 first dates (2004) y Tommy Boy (1995), o un interesante drama tal como lo fue Grudge match (2013), no logra encontrar el tono adecuado en este film.
Nada funciona.
Ni la acción ni la comedia, salvo por un par de escenas que te arrancan una sonrisa, pero por lo ridículo y no por lo gracioso.
Dentro de sus limitaciones actorales, Dave Bautista no queda mal parado.
Es un rol a su media: tonto y torpe, en el cual se notan todos sus defectos.
Pero no logra emular a Arnold Schwarzenegger en Un detective en el kínder (1990), si es que trazamos algo similar.
Le falta carisma.
La gran mayoría del público lo conoce por su papel Drax en Marvel, el cual hizo suyo y le queda muy bien. Pero ese tipo de comedia apunta a otra cosa y tiene más en cuenta sus limitaciones.
La que está genial es la joven Chloe Coleman, a quien ya se le notaba gran talento en la serie de HBO Big little lies.
Juntos tienen química, aunque no alcanza para llenar todos los problemas que posee el film.
Grandes espías es un despropósito, una idea mal ejecutada que solo algunos podrán disfrutarla, pero de manera irónica.