El mexicano Alfonso Cuarón brinda una muestra de su enorme talento con Gravedad. La dupla Bullock-Clooney es la única protagonista.
Una de las cosas hermosas que tiene el ver cine, entendido esto como la experiencia de ingresar a una sala con buenos equipos de proyección y las comodidades que corresponde, es la capacidad para hacer del espectador un títere de las situaciones que se ven en pantalla. Lograr que una persona se retuerza en la butaca, sude, llore o salga hecha un manojo de nervios, o con alegría, o con asco, es el gran poder que tiene el buen séptimo arte.
La parte triste del asunto es que no lo hacen muchas películas, pero de vez en cuando aparece un director como el mexicano Alfonso Cuarón (Y tu mamá también, Niños del hombre) y patea el tablero con una producción que a cualquiera lo saca del eje. Gravedad, un filme con título pequeño al igual que su elenco, es uno de esos raros casos, donde lo audiovisual lleva de la mano al público hacia una aventura asfixiante.
La doctora Stone (Sandra Bullock) es una talentosa profesional que viaja al espacio por primera vez en una misión, mientras que Matt Kowalsky es un veterano astronauta que se encuentra desarrollando su último trabajo en órbita. Cuarón deja claro en poco tiempo y con gran soltura (además de la dirección, el guión le pertenece junto a su hijo Jonás) quién es quién en este contexto: la mujer es la de los problemas, en su cabeza y en la Tierra, y el hombre es el superado, el seductor y el conocedor de esa inmensidad que es el cosmos.
La dupla, absoluta protagonista de los 90 minutos del filme, se encuentra flotando a cientos de kilómetros porque tiene que resolver cuestiones técnicas, hasta que fragmentos de chatarra espacial chocan con ellos provocando el desastre y la espantosa situación de encontrarse solos en la nada literal. A partir de ese momento, se las tendrán que rebuscar para sobrevivir, con una ristra de contratiempos que incluye la escasez de oxígeno en sus equipos hasta el interrogante de cómo corno pueden hacer para regresar a casa.
Juntos, somos mucho más que dos. La cita viene al pelo para el trabajo que llevan adelante Clooney y Bullock. El trabajo que realizan es notable (hablando tanto por lo que hacen sus personajes como por la labor actoral), en una película prácticamente única por su minimalismo aparente: es decir, dos seres flotando en el espacio, pero con secuencias que podrían meterse de lleno en las enciclopedias de cine por su factura técnica y por su belleza visual. Las panorámicas son espectaculares, y ya desde el inicio Cuarón se luce con la presentación contextual, al mostrar un mínimo puntito en la negrura que se va acercando hasta delinear la nave y alguien trabajando sobre ella.
La nada absoluta viene en compañía de la ausencia de sonido, y para eso se propone una utilización medida de la música incidental, que acompaña cada una de las situaciones sin pasarla por arriba. Otra de las cuestiones que hace de Gravedad un trabajo pocas veces visto es que presenta una historia simple (la misión, un accidente, la lucha por la supervivencia) pero con una carestía de perspectiva que al espectador lo deja asombrado.
Si vale una recomendación, es quizá el más claro ejemplo de una película hecha pura y exclusivamente para saborearla en una sala de cine, aquí no hay tecnología casera que valga para suplantar lo que el ojo es capaz de apreciar en una pantalla cinematográfica, con tecnología 3D. Gravedad es la oportunidad para satisfacer ese deseo de disfrutar del cine, y pagar un ticket para recuperar la capacidad de asombro.