Gravedad

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

No hay escape en un entretenimiento magnificamente realizado

Gran entretenimiento tenemos en esta parte del año con el último film de Alfonso Cuarón. La propuesta argumental es tan simple que es superada por todas las sensaciones generadas desde la pantalla hacia el espectador y que éste a su vez proyectará sobre la protagonista.

Ryan Stone (Sandra Bullock) es una ingeniera médica subida a una estación espacial junto al experimentado astronauta Matt Kowalski (George Clooney). Allí están realizando maniobras de rutina y arreglando algún desperfecto cuando Houston, que como todos saben siempre “tiene un problema”, avisa de un satélite destrozado cuyas partes recorren la orbita terrestre amenazando con chocar contra todo a su paso. Todo error técnico es humano y trae consecuencias lamentables. Así lo viven ambos astronautas, quienes deberán resolver las cosas pronto si quieren volver a casa pero, sobre todo, evitar la muerte.

El primero de los varios aciertos del guión de Jonás y Alfonso Cuarón es proveer al espectador con información dosificada y no demasiado compleja como para centrar la atención en lo que sucede emocionalmente con Kowalski y con Stone. Así divide la situación en dos matices que funcionan perfectamente en la construcción inconsciente: uno, es la desesperación, llevada a cabo por un magistral trabajo de Sandra Bullock (clara candidata al Oscar del año que viene), el otro, es la tranquilidad, a cargo de George Clooney, en las líneas de diálogo de su personaje es donde recae la esperanza de que todo salga bien, aunque el costado humorístico toma riesgos por momentos innecesarios.

Otro acierto concreto es la magnificencia con la cual se muestra el escenario donde transcurre la acción. Los numerosos y bellísimos planos del planeta Tierra y el espacio con referencia de los cascos, o parte de las estaciones espaciales, dan cuenta de la inevitable contundencia del paisaje. Aquí no hay donde escaparse ni correr, pero además cuando se acaba el oxígeno se acaba todo, con lo cual Stone y los espectadores sabemos que respirar de más también es riesgoso.

Finalmente, el director acierta una vez más cuando abandona toda pretensión de historia, en tanto relato. Probablemente si quitáramos algunos minutos no modificaría nada, porque en definitiva los eventos conducen a un sólo lugar y objetivo, consistente en mostrar el instinto de superación y supervivencia en circunstancias extremas. Es decir, cómo se producen y cuáles son los disparadores que los hacen funcionar. En este sentido James Cameron lograba lo mismo en “El Abismo” (1989).

Magistralmente realizada desde lo técnico, no hay rubro que no colabore a que el viaje sea aún más intenso (y a cosechar premios). La compaginación (el propio Cuarón como en toda su filmografía) es un ejemplo de generación de tensión alternada con pequeñas dosis de calma, pero siempre in crescendo. Por supuesto el diseño de arte de Mark Scruton logra momentos muy altos: los mencionados planos generales exteriores y en el interior de las naves el diseño de esos tableros, todos iguales, pero en distinto idioma, son un gag en los que tienen fuerza suficiente las imágenes de choque y se había anunciado la ausencia de sonido en el espacio con lo cual la banda sonora disminuye un poco la fuerza de las imágenes.

En el espacio no hay oxígeno, por ende no hay sonido reza la introducción escrita de “Gravedad”. Podríamos agregar el slogan de “Alien” (1979): en el espacio nadie puede escucharte gritar. En este par de líneas se instala la médula espinal de esta obra. La sensación de impotencia, desesperación, asfixia y desamparo es el gran objetivo. Vivir un rato la experiencia de acumular adrenalina y apretar los brazos de la butaca.

Encarar como espectador una película como “Gravedad” es como pararse frente a la montaña rusa, mirarla, ver los peligros que conlleva dar una vuelta y aún así, subirse igual. Disfrute entonces, hay pocos entretenimientos como este.