Gravedad

Crítica de Juan E. Tranier - La mirada indiscreta

Rareza espacial

Una vez más, Alfonso Cuarón hace una apuesta imponente y personal dentro del mainstream hollywoodense. Gravedad es una película que hace uso de las mismas armas que los mega-tanques utilizan jueves a jueves para bombardearnos e inundar las salas sin dejar espacio para otras propuestas. La diferencia radica básicamente en el por qué y en el cómo. Cuarón es un obsesivo de las tecnologías aplicadas al cine y siempre se ha distinguido por su virtuosismo y sus portentosos movimientos de cámara, encuadres y montajes, sin descuidar a sus criaturas, tratando de acompañarlas en sus tortuosos viajes (recuerden a los amigos de Y tu mamá también [2001], al personaje de Clive Owen en Children of Men [2006], a Finnegan Bell [Ethan Hawke] en la adpatación de Great Expectations [1998] de Charles Dickens, o al mismísimo Harry Potter en El Prisionero de Azkaban [2004]). Tarea difícil y solitaria si las hay, ya que hoy en día es cada vez más raro encontrar directores que trabajen en este nivel de producción manteniendo la sensibilidad y preocupación por los personajes, dedicados a los detalles técnicos sin descuidar aquello que los convocó en primer lugar, la historia.

Take the pain away
Getting strong today
(Ladies and Gentlemen, we are floating in space, Spiritualized)

En el espacio no hay sonido dicen, tampoco hay gravedad; es, ni más ni menos, por supuesto, un océano negro plagado de estrellas, gases, asteroides y nebulosas, prueba concreta de nuestra pequeñez frente al cosmos. Resulta raro que uno, cada vez que mira hacia arriba, hacia el cielo, no pueda percibir al universo en su verdadera magnitud, de lo diminuto que somos en realidad y del misterio insondable e inconmensurable que nos rodea. Cuarón ubica a tres personajes flotantes en los límites de nuestra atmósfera y les proporciona la posibilidad de adentrarse en ese mar oscuro y enigmático, no sin incertidumbres, claro está, pero sí con la probabilidad de encontrar cierta paz, o calma al menos.

Con puntos de referencias cinematográficas bastante obvias y un final por el que Terrence Malick sería capaz de venderles cocaína a las monjas, Cuarón presenta a la Dra. Ryan Stone (Sandra Bullock, decidida a reencauzar su carrera) casi como si fuera el Dr. Bowman (Keir Dullea), aquel científico de 2001: A Space Oddissey (1968, Stanley Kubrick) que luchaba contra HAL 9000, la computadora/nave que de repente adquiría libre albedrío, con la diferencia que aquí, la Dra. Stone, secundada por el piloto Matt Kowalski (George Clooney), una especie de gurú-cowboy-espacial que irradia sabiduría y tranquilidad, debe vérselas con el mismísimo firmamento espacial y ante su vacío tan temido. Es que la premisa principal de Gravedad gira (y flota) alrededor del desasosiego que produce la falta de punto de anclaje, tanto físico como espiritual, el horror vacui, en el sentido más literal de la palabra.

I’d show them the stars and the meaning of life.
They’d shut me away
(Subterranean Homesick Alien, Radiohead)

La primera hora de película es de una belleza apabullante y el uso del sonido es soberbio. A partir de un plano secuencia inicial hipnótico que dura diez minutos, los protagonistas, en especial la Dra. Stone, se ven sumergidos en sus propios miedos y terrores más íntimos (a la manera de, sí, Solaris [1972], de Andréi Tarkovski). Pero, lentamente, tanta magnificencia va perdiendo potencia, y, a fuerza de repetición, Cuarón transforma esta pequeña odisea espacial en algo reiterativo, en una película de supervivencia (como, sí, otra vez adivinaron, Náufrago [Cast Away, 2000] de Robert Zemeckis), donde las pequeñas catástrofes que se suceden una tras otra son bastante similares entre sí. Es de esta manera que Cuarón deja pasar la oportunidad de concretar una hermosa fábula metafísica y toma el camino de una desabrida metáfora new age. Aún así, el viaje vale la pena.