Bella historia de afectos y valores donde la segregación continua a flor de piel
Desde 2014 en que colaboró en”Dumb and Dumber to”(“Dos tontos todavía más tontos”) con su hermano Bobby, Peter Farrelly dirigió un filme para televisión, “Cuckoo” (2015), y 10 episodios de la serie de televisión “Loudermilk” (2017). En 2018 realiza con sello propio “Green book”, basado en una historia real y en el libro “The negro motorist Green book”, una guía anual para los afroamericanos que viajaban por las carreteras. Fue escrito por un transportista postal y escritor de viajes de Harlen: Víctor Hugo Green.
Durante el tiempo en que circuló el libro, las opciones de alojamiento, restaurantes e incluso estaciones de servicio eran limitadas, para los negros, tanto en el Sur como fuera de él. Se presentó por primera vez como “El libro verde del motorista negro”, y luego como “El libro verde de los viajeros negros”. En realidad el título del libro no es por el color verde, sino por el apellido del autor.
Los libros fueron publicados desde 1936 hasta 1966. Green por su trabajo de transportista revisó los hoteles y restaurantes que hacían negocios con afroamericanos durante la época de las leyes de Jim Crow, y que fueron la base de la segregación racial en el Sur de los Estados Unidos desde 1876 hasta 1965. En su introducción, Green escribió: “Habrá un día en un futuro cercano en el que no será necesario publicar esta guía. Es entonces cuando nosotros, como raza, tendremos los mismos derechos y privilegios en los Estados Unidos”.
A diferencia de “Driving miss Daisy” (“Conduciendo a Miss Daisy”, 1989, Bruce Beresford) en que el chofer era negro (Morgan Fredmaan), y la pasajera blanca y judía (Jessica Tande), en éste filme el conductor es blanco e ítalo estadounidense, Tonny Lips (Viggo Mortenssen, “Carlito´s way”1993, Brian de Palma; la saga de “El señor de los anillos”, Peter Jackson”, 2000 al 2003; “Una historia de violencia”, 2005, “Promesas del Este”, 2007, “Un método peligroso”, 2011, David Cronemberg); “Jauja”, 2014;, “Gunnar Dinensen”, “Todos tenemos un plan”, 2014, Ana Piterberg), y el viajero negro, Dr. Don Shirley (Mahershala Ali, ganador de un Oscar por mejor actor de reparto en “Moonlight”, Barry Jenkins, 2016, y un Súper Star televisivo).
El Donald Walbridge Shirley, real, fue un pianista famoso, cuya carrera comenzó a los dos años, y a raíz de ser un niño prodigio fue becado a los nueve años por el Conservatorio Musical de Leningrado (hoy San Petersburgo), multilingüe, con dos doctorados adicionales Psicología e Historia de las Religiones. Su aspiración era realizar conciertos tocando a Piotr Chaikovki, Fréderic Chopin, Shumann, o Jean Sibelius, pero su representante lo convenció en que debía hacer una fusión entre lo clásico, el jazz y el blue, sino no tendría éxito. De ese modo él realizó su carrera profesional con un híbrido cóctel de estos ritmos. Compuso durante las décadas de 1950 y 1960, en los que experimentaba con el jazz e influencias de la música clásica. Compuso sinfonías para órgano, conciertos de piano y de chelo, cuartetos de cuerda, una ópera de un acto, obras para órgano, piano y violín, un poema sinfónico basado en la difícil novela “Finnegans wake” de James Joyce, y un grupo de «Variaciones» sobre la leyenda de Orfeo en el inframundo, la película omite estas referencias. Fue un hombre inteligente que creía en el poder de la cultura para transformar las mentes y los corazones. Y fue como Pigmalión y Cyranno de Bergerac juntos para educar a Tony Lip en sus modales y en la utilización de un lenguaje romántico para escribirle a su mujer (Linda Cardellini) maravillosas cartas, desde algún rincón del sur.
Otros filmes con el tema de la segregación, y que pertenecen al subgénero de cine negro, se han presentado en el historial hollywoodense de filme con hombres y mujeres de color: “Hidden figures” (“Talentos ocultos”, 2016, Theodore Melfi), “The help” –(“La ayuda”, 2011, Tate Taylor), “12 Years slave” (“12 años de esclavitud”, 2013, Steve McQueen), “The blind side” (“Un sueño posible”, John Lee Hancock, 2009), “Adivina quién viene a cenar esta noche” (S. Kramer, 1967), y “Matar a un ruiseñor” (R. Mulligan, 1962), sin olvidar “Gone with the wind” (“Lo que el viento se llevó”, 1939, Victor Fleming, George Cukor).
“Green book”, nominado a cinco Oscars, es un filme con el suficiente contenido político como para recordar que aún hoy el tema racial es candente en los Estados Unidos un país que pasó de tener un presidente afroamericano, Barack Obama, al retorno del poder blanco, sostenido por los Estados Unidos profundo, con Donald Trump. Como siempre Hollywood sabe compaginar la autocrítica con fórmulas que no permiten un enfrentamiento directo con el sistema, y utiliza la ironía o la sátira que son las mejores herramientas para las circunstancias políticas del momento.
La historia de esta extraña pareja compuesta por un pianista afroamericano rico y un ítalo americano, su chofer y guardaespaldas, escrita por Farrelly, Brian Currie y Nick Villelonga, se basa en la historia real del padre de éste último, Tony Villelonga o Tony Lips, quien había trabajado como portero en un famoso club nocturno, Copacabana, asociado a la mafia y escenario de varios filmes.
El Tony Lip real trabajó durante muchos años en ese lugar, y quedó tan asociado al ambiente que muchas veces lo llamaron para hacer de extra como mafioso tanto en cine como en televisión. Aparece en tres importantes filmes sobre la Cossa Nostra: “El padrino” (Francis Ford Coppola, 1972), “Buenos muchachos” (Scorsese, 1990), y la serie “Los Soprano” (1999-2007).
En “Green book” el viaje y sus circunstancias es excusa ideal para realizar un “road movie” por el territorio sureño, por esa américa profunda que aún hoy persiste y, si se nos ocurriera transitar por ella. veríamos con asombro que los personajes que vemos en la ficción son tan reales como los habitantes de esos pueblos perdidos a millas de una ruta. Pero en el corazón del filme existe un cóctel de sensaciones difíciles de entrelazar más allá del enfrentamiento blanco-negro, como el deber y el derecho, lo vital, grosero y ordinario de Tony, y lo elegante, extraordinario y destructivo de Shirley, también el recelo y la fidelidad.
El viaje es una gira de conciertos por lo más profundo del Sur de los Estados Unidos en aquellos años ‘60 en que los prejuicios raciales no eran sólo un lugar común, transitado y ventajoso, sino también un lugar muy peligroso e incontrolado, y al que los Kennedy intentaban plegar a su sueño de igualdad y de establecer los derechos humanos en ese infierno.
Con una gran sutiliza cinematográfica, y un sentido del humor muy singular, Farrelly abre la puerta para que el espectador se interne en el mundo de esos personajes, dos marginales a su manera: Tony, un tipo hablador hasta el cansancio, que conoce las rutas del hampa, con recursos para sortear situaciones difíciles, y un impresionante doctorado en incultura y poco conocimiento del mundo de los otros, los ricos. Y Dr. Shirley, un desarraigado, despreciado por aquellos que lo admiran, que posee una cultura y educación que lo alejan de sus congéneres, alcohólico, homosexual, que ni conoce a Aretha Franklin, Little Richard y Chubby Checker.
Por momentos “Green book” parece haber sido filmado realmente en los sesenta, no sólo por la construcción de los personajes sino por el encuadre y el enfoque de una serie de planos, como en el comienzo del filme, en que se enfoca al escenario y en segundo plano a Tony Lip echando a un borracho.
En realidad el viaje es iniciático y un encuentro entre dos culturas que van modificándose a lo largo del camino. La idea principal es mostrar que cada uno de los personajes hace el esfuerzo necesario para superar sus limitaciones. Sus distintas opiniones sobre el pollo frito y Little Richard, por ejemplo, desafían los estereotipos tradicionales. Como en el momento en que Tony declara sorprendido que nunca Don no haya oído hablar de Little Richard y Aretha Franklin: "¡Esta es tu gente!" y Don responde: "Tienes una percepción muy estrecha de mí".
El director de fotografía Sean Porter, cuyos créditos incluyen "Green room” (La sala verde, Jeremy Saulnier, 2015), y "Kumiko, el cazador de tesoros", David Zellner, 2014), captura el color del cine de los ‘60 y la América profunda en un rico tapiz de bares llenos de humo y sórdidos espacios, así como habitad natural de la clase pudiente a la que también coloreó en tonos pastel brillante. También a los momentos musicales les dio matices de una coloratura tan especial que podría formar parte de una pequeña colección de cuadros. Especialmente en la secuencia cuando llegan a Pittsburgh, y Tony dice que su jefe "toca como Liberace, pero mejor", Don es tentado para tocar en un destartalado piano, y en medio del humo y las carcajadas comienza con una melodía de Chopin a la que le siguen variaciones de jazz sobre ese tema, y donde se van sumando el resto de los músicos asombrados por su virtuosismo conformando un concierto de jazz exquisito.
La banda sonora delita al espectador constantemente con una música que mezcla piezas de “música negra” que va desde variaciones de gospel, pasando por el jazz, el blue, ragtime
La vestuarista Betsy Heimann logra un armónico conjunto de trajes y ropa casual específica de la época tanto para Shirley, como para Tony, y especialmente en la extravagancia del pianista. Pero sobre todo con Viggo Mortenssen logro que pudiera vestir no sólo pantalones y camisas del auténtico Tony, porque la familia de éste se los brindó, como también lució la cadena con la medalla religiosa italiana en todo el filme.
“Greem book” tal vez no pueda curar el racismo de un lado y otro que existe en el mundo, pero tal vez ayude a recordar que siempre habrá seres distintos a nosotros, ya sea en color, filiación política, religiosa. deportiva, cultural. Es un filme que apela a los sentimientos y la comprensión afectiva más que a la intelectual.