Basada en una historia real y nominada a cinco premios Oscar, incluyendo Mejor película, Mejor actor protagónico (Viggo Mortensen) y Mejor actor de Reparto (Mahershala Ali), Green Book cuenta la historia de un excéntrico y afamado pianista negro que emprende una gira por el sur profundo de los Estados Unidos hacia 1962. Para mantener a salvo su integridad, en una región del país dominada por las tensiones raciales, contrata a un chofer blanco que no sólo se encargue de conducir el auto; sino de protegerlo frente a eventuales percances o agresiones.
Tony Lip (Mortensen), un empleado de seguridad de un club de jazz que permanece cerrado por refacciones durante unos meses y que por ende ha quedado temporariamente sin trabajo, es el elegido para cumplir la misión de que la ronda de actuaciones sureñas de Dr. Don Shirley (Ali) sea realizada con éxito. Los contrastes entre ellos son más que evidentes. Tony es un tosco descendiente de italianos, que pasa gran parte del día fumando y comiendo vorazmente. El señor Shirley es un refinado y solitario artista, con modales configurados a medida de las aristocráticas audiencias para las que se presenta en teatros y eventos privados.
Como toda película narrada en formato de road movie, el viaje que emprenden los protagonistas por el sur de la geografía norteamericana, se transforma en una experiencia de auto conocimiento y mutuo aprendizaje. El chofer/guardaespaldas incorporará, inicialmente a regañadientes, pautas para un comportamiento más formal y civilizado. El pianista, a pesar de su ultra estructurada personalidad, progresivamente logrará soltar su rígido estilo de vida para permitirse algunas instancias de verdadera diversión. Esta dinámica aquí narrada no es un spoiler. De hecho, el el título de este film en Argentina es Green Book: una amistad sin fronteras, y el relato está orquestado bajo las típicas premisas de toda road movie. Por lo tanto, no hay mucho lugar a mayores sorpresas, pero el realizador y coguionista Peter Farrelly maneja con destreza los resortes de una historia previsible, con personajes tan estereotipados como queribles.
En los comienzos de su carrera, junto a su hermano Bobby, Peter concibió una serie de películas con humor de trazo grueso que contribuyeron a construir los cimientos de la llamada Nueva comedia americana. Poco hay en Green Book de aquel director desatado e insurrecto que hace más de veinte años comandó títulos como Loco por Mary y Tonto y re tonto, Farrelly va ahora por la senda de la madurez artística con esta propuesta que discurre sin mayores exabruptos, y está ceñida al molde de crowd pleaser que va de lleno por la conquista de los corazones de la gran platea mundial.
La coyuntura actual de Estados Unidos, con un presidente y parte de una sociedad alineados en el rebrote racista, ha contribuido sin dudas al posicionamiento de este cálida y algo subrayada historia en la carrera por el Oscar. Cinematográficamente hablando, en el apartado de películas de temática racial nominadas al más codiciado premio de la Academia, El infiltrado del KKKlan, dirigida por el legendario Spike Lee, tiene mayores méritos creativos y un poderoso discurso que logra anclar el pasado con el presente de la poderosa nación del norte eternamente signada por divisiones entre etnias.
Así y todo, el viaje que propone Green Book, film que toma su título de los libros de ruta que la comunidad negra utilizaba décadas atrás en los Estados Unidos, para saber dónde hospedarse o a qué bares ir sin atravesar por una cruda situación de maltrato, funciona por el tono ligero que asume en términos generales su guión. Salvando algunas instancias marcadamente explicativas, el relato fluye con encanto y logra no desbarrancar en el melodrama lacrimógeno. Farrelly cumple con su misión de narrar con buen pulso una historia real ocurrida hace más de cincuenta años, manteniendo viva la reflexión sobre la problemática racista, y sin el imperativo de inclinarse a un planteo profundamente político.
Conducida en piloto automático, esta película logra que su calculada y predigerida receta, resulte una agradable experiencia. En parte, por la eficacia de los diálogos y la química entre los protagonistas. Pero sobre todo, por saber siempre dar un volantazo a tiempo antes estrellarse contra la solemnidad.
Una paradoja que contradice el tono conciliador e igualitario que enarbola Green Book, consiste en que Mahershala Ali esté nominado al Oscar en el rubro Mejor actor de reparto, cuando claramente es coprotagonista de Viggo Mortensen. Si bien es cierto que su personaje aparece unos minutos después de comenzado el film, y que de hecho el relato carretea sin mayor brillo antes de que la dupla se lance a su largo periplo, su rol claramente no es secundario. Otro indicador llamativo, es el que coincide con un film de hace tres décadas de similar impronta a este estreno. Estamos hablando de la ganadora del Oscar a Mejor película Conduciendo a Miss Daisy, cuyo realizador fue ninguneado en las candidaturas, al igual que Peter Farrelly, ausente entre los nominados en el rubro Mejor director. Pero todo eso, ya es parte del consabido y rancio folklore de la Academia de Hollywood.
Green Book / Estados Unidos / 2018 / 130 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Peter Farrelly / Con: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini.