“Green Book” es un pequeño pero atractivo film que resulta realmente conmovedor y vigente por la temática que trata. Ahora bien, quizas es bastante convencional y de fórmula el trabajo que nos propone Peter Farrelly, un director que viene de la comedia irreverente y que ha realizado diversas obras junto con su hermano Bobby como “Dumb and Dumber” (1994) y “There’s Something About Mary” (1998). Sin embargo, esta apreciación no necesariamente tenga que ser vista como una declaración peyorativa, sino resaltar el hecho de que la película no es novedosa en cuanto a estructura narrativa y la historia que se nos quiere contar. Igualmente, a lo largo de la cinta habrán varios elementos que la destacarán y la convertirán en un clásico moderno.
El largometraje se presenta como una versión actualizada de “Driving Miss Daisy” (1989), donde se nos introduce a Tony Lip (Viggo Mortensen), un rudo italoamericano del Bronx, el cual es contratado como chofer del virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) durante una gira de conciertos por el Sur de Estados Unidos. Al principio Tony es reacio a relacionarse con Shirley pero deberá fraternizar con el músico para poder ganarse la vida y mantener a su familia. Durante el viaje tendrá presente “El libro verde”, una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos en los años ‘60. Dos personas que tendrán que hacer frente al racismo y los prejuicios, obligándoles a dejar de lado las diferencias para sobrevivir y prosperar en el viaje de sus vidas.
Farelly nos ofrece un road movie bastante interesante que permite el lucimiento de sus intérpretes, con soberbias actuaciones de Mahershala Ali (“Moonlight”) y de Viggo Mortensen (“Eastern Promises”), los cuales conforman individuos muy disímiles que terminan fraternizando ante la adversidad y la necesidad de trabajar en conjunto. Uno es un inmigrante italiano malhablado y con malos modales mientras que el otro es un refinado y educado músico de la elite que se convirtió en uno de los primeros representantes afroamericanos de la música clásica. Como siempre, los opuestos se atraen y es en esa dinámica de dúo que el film funciona. Mortensen logra dotar a su personaje de carácter por medio de una actuación llena de matices en la que incluso le puso el físico, ya que aumentó alrededor de 20 kilos para componer a Tony Lip. Por otro lado, Mahershala brinda una de sus performances más sentidas y medidas en las cuales muchas veces dice más con gestos y actitudes que con palabras. Un rol que le calzó justo y que probablemente le valga su segunda estatuilla dorada.
Respecto al trabajo de guion de Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y el propio Nick Vallelonga, el cual inspiró el rol de Mortensen, podemos decir que es un trabajo de manual pero de esos que no desentonan ni tampoco terminan siendo sumamente clichés o redundantes. Farrelly, le supo imprimir momentos muy acertados en los que combina el drama con la comedia con sutilidad y artificio. Así es como se redondea uno de los ejercicios más clásicos y menos novedosos de la próxima entrega de los Oscars pero que resulta ser extremadamente disfrutable y entretenido.
“Green Book” es un verdadero crowd-pleaser y un claro ejercicio de Oscar-Bait en cuanto a la temática y al clasicismo de su historia, lo cual ocasionó, quizás, en su afán de complacer a todo público, que dejó de lado la innovación en términos narrativos y dramáticos. Un largometraje interesante que invierte los roles sociales entre el afroamericano y el ciudadano indoeuropeo pero a tal punto de que a veces se pierde la sutilidad. Es probable que la obra divida a los espectadores en lo que piensen acerca de su calidad artística, pero es inevitable advertir todos los componentes seductores de la cinta. En especial la música de Kris Bowers que termina de ornamentar este pequeño pero conmovedor producto cinematográfico.