“Green Book: Una amistad sin fronteras”, de Peter Farrelly
Por Ricardo Ottone
Peter Farrelly es reconocido desde mediados de los 90 por las películas que filmó junto a su hermano Bobby. Al igual que otros famosos dúos de hermanos realizadores como los Coen, los Wachowski o los Russo, los Farrelly se labraron un nombre en la Industria y se volvieron marca. Los hermanos Farrelly se convirtieron en referentes de la nueva comedia americana con su humor incorrecto, escatológico y zafado en títulos como Tonto y retonto (1994), Loco por Mary (1998) o Irene, yo y mi otro yo (2000). Green Book es un quiebre en la carrera de Peter Farrelly, no solo porque es el primer film que dirige en solitario sino además porque implica un cambio de registro: un drama de época, inspirado en hechos reales y con mensaje de tolerancia. Aunque, como ya veremos, tampoco abandona el humor.
Los protagonistas, basados en personajes reales, son Tony Lip (Viggo Mortensen) un italoamericano, grandote y rudo pero también bonachón que se gana la vida como seguridad en Night Clubs de Nueva York, y Don Shirley (Mahershala Ali), un virtuoso pianista clásico afroamericano, sofisticado, delicado y solitario. Shirley contrata a Tony para que sea su chofer en una gira por el sur profundo del país y lo hace en buena parte porque supo del talento innato de Tony para resolver situaciones difíciles. Estamos en 1962, un momento álgido de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos. Es el mismo año que el estudiante negro Meredith James ganó una demanda para estudiar en la universidad de Mississippi y tuvo que entrar escoltado por la policía. Hace solo 7 años, en 1955, una mujer negra, Rosa Parks causó un revuelo al sentarse en un asiento de autobús destinado a los blancos y todavía falta un año para la histórica marcha sobre Washington encabezada, entre otros, por Martin Luther King. El Green Book al que el título hace referencia era una guía que se publicaba entonces para que los negros que viajaban por el país supieran en qué lugares eran bienvenidos y que lugares era mejor evitar por su propia seguridad. El sur del país es un escenario tristemente privilegiado para la tensiones raciales y un músico negro tocando “música de blancos” en lugares solo permitidos a los blancos anticipa problemas. Ambos lo saben y la misión de Tony va a trascender largamente la de trasladar a Shirley de un lugar a otro.
El escenario está servido y la fórmula funciona como en automático. Todo lo que uno supone que va a pasar, efectivamente pasa. Problemas con los racistas del sur, con las autoridades (también racistas), momentos de tensión y peligro que Tony va a resolver a su manera. Y también la relación entre dos personajes tan distintos, por sus diferencias raciales y sobre todo culturales. Esa relación va a arrancar con cierta desconfianza, unos cuantos chicaneos y roces y, con el correr de los kilómetros y las situaciones compartidas, va derivando en un entendimiento y una amistad genuina por encima de las diferencias.
Lo que salva todo esto de ser un mamotreto solemne y fastidioso son dos cosas. En principio sus protagonistas. Viggo Mortensen y Mahershala Ali son el corazón de la película, sus interpretaciones y la química entre ambos llevan el film adelante y, aunque sus personajes son un poco estereotipados, ambos actores los vuelven queribles e interesantes. Tony en cierto modo es como el estereotipo del italoamericano que no desentonaria en una escena de Buenos Muchachos o Los Soprano, un poco bruto, algo simpático y seductor, un poco chanta y acostumbrado a resolver los problemas a los golpes, pero sobre todo un buen tipo. Shirley es algo así como el anti-estereotipo que contiene gran parte de lo que a un negro no se le permitía ser: educado y distinguido, un poco estirado pero con un fuerte sentido de la dignidad. Justamente es su no adecuación a lo esperable de un negro en los 60 y su negativa a aceptar ese lugar lo que lleva el conflicto adelante. Y también la inversión de roles ya que Tony es el empleado blanco de un patrón negro, algo que hace ruido adonde quiera que van. Aunque esa inversión va un poco más allá, eso se nota por ejemplo en la escena en que se quedan varados en la ruta y Shirley puede observar de primera mano el trabajo duro de los campesinos negros en una plantación o en el hecho más simpático de que es Tony el que introduce músicos populares negros a Shirley.
Habría que recordar que uno de los guionistas, Nick Vallelonga, es el hijo del verdadero Tony, así que cabe esperar cierta idealización. El guión presenta al principio aspectos más problemáticos de los personajes. Tony tiene actitudes racistas al principio de la película (tira a la basura unos vasos usados por plomeros negros) y Shirley está atravesado por cierto desdén de clase y en cierta medida reniega de su “negritud” moviéndose en círculos exclusivamente blancos sin mezclarse con lo que Tony llama “su gente”. Estos aspectos son superados como parte de la transformación que ambos tienen en el viaje.
El otro elemento interesante es que Farrelly efectivamente cambia de registro y presenta aquí un drama de época, pero no se olvida de sus orígenes e inyecta una buena dosis de humor al relato, no tanto el escatológico y zarpado por el que es conocido sino uno más costumbrista y basado en los diálogos. Mortensen y Ali tienen unas cuantas escenas que son prácticamente de Buddy Movie lo que le da un poco de aire y liviandad al lidiar con un tema “importante”. Por otro lado el film tiene mucho de road movie que es algo que Farrelly ya exploró en su primer film, Tonto y retonto, donde los dos tarados protagonistas atravesaban el país para devolver un maletín. Por supuesto, las comparaciones terminan acá.
Farrelly aquí apuesta a la simpatía de sus personajes y también a la emotividad. En ese sentido van las escenas de quiebre, las discusiones, la apertura de sus corazones y las confesiones de sus vulnerabilidades, coronando con un cierre navideño que es tradición en Hollywood desde Qué bello es vivir (1946). Nominada a cinco premios Oscar, película, guión, edición, actor principal (Mortensen) y actor de reparto (Ali, a quien lo de “de reparto” le queda muy chico), tiene mucho de lo que la academia de Hollywood suele premiar. Es previsible y manipuladora pero también entretenida y disfrutable. Quizás no sea para tanto pero no es poca cosa.
GREEN BOOK: UNA AMISTAD SIN FRONTERAS
Green Book. Estados Unidos. 2018.
Dirección: Peter Farrelly. Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini, Sebastian Maniscalco, Dimiter D. Marinov, Mike Hatton. Guión: Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga. Fotografía: Sean Porter. Música: Kris Bowers. Edición: Patrick J. Don Vito. Dirección de Arte: Scott Plauche. Producción: Jim Burke, Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga, Charles B. Wessler. Diseño de Producción: Tim Galvin. Producción ejecutiva: Steven Farneth, Jonathan King, Kwame Parker, John Sloss, Octavia Spencer. Distribuye: Diamond Films. Duración: 130 minutos.