Hay algo en las historias más simples que el cine ha sabido presentar que trascienden su propuesta.
Son películas que se sienten (sí, las películas también se sienten) como caricias y que no especulan con otras emociones más que las que dispara desde la pantalla. Ni hablar si esa propuesta llega en un momento en el que uno/a está necesitado de caricias para el alma, la historia cobra más sentido y termina por ocupar un lugar privilegiado en las infinitas listas de películas preferidas que hacemos.
“Green Book: Una amistad sin fronteras” (2018), dirigida por Peter Farrely (alejado de su hermano y las bromas escatológicas), se presenta como un relato sobre las diferencias y cómo el tiempo, la palabra y, principalmente, la paciencia, pueden limar asperezas entre los sujetos.
El conflicto racial, permanente, constante, vigente, que Estados Unidos vive desde tiempos inmemoriales, es abordado con dosis de humor entre el contraste de un italiano y un afroamericano que deberán mantenerse juntos por un vínculo laboral.
Mezcla perfecta entre “Conduciendo a Miss Daisy” y “Mejor solo que mal acompañado”, en la historia, inspirada en la real amistad de los personajes principales, veremos cómo un matón llamado Tony (Viggo Mortensen) acepta un trabajo momentáneo para trasladar por el interior de la américa profunda a Don Shirley (Mahershala Alí) un prestigioso pianista.
Entre ambos, independientemente de cuestiones raciales, hay un universo completamente ajeno que los separa, por lo que a medida que el viaje avance, aquellas diferencias irreconciliables son las que terminarán por configurar una línea narrativa que suma temáticas como la discriminación, el odio racial, la homosexualidad, para enriquecer su historia.
“Green Book: Una amistad sin fronteras” funciona porque decide no apelar a golpes bajos ni situaciones exageradas, aprovechando el histrionismo de Mortensen y Alí para sembrar los tópicos de la película, en un duelo actoral único que merece ser reconocido en la temporada de premios.
Lo más interesante de esta road y buddy movie, es que si bien al comenzar, las premisas quedan establecidas, al correr el metraje aun sabiendo o presuponiendo lo que seguirá, el placer de género está presente y supera cualquier corrección política que el guion presente.
Una sólida reconstrucción de época, música que suma climas y atmósferas en momentos decisivos y la estratégica habilidad para revelar de manera dosificada aspectos asociados a los protagonistas, hacen de “Green Book: Una amistad sin fronteras” un relato que no decepciona.
Por simple, honesta, directa, entrañable, pero, principalmente, por transmitir un mensaje de esperanza, de diálogo y de conexión, en momentos en donde ni siquiera un “libro verde”, al que alude el título, podría ayudar a forjar una amistad.