No puede negarse la audacia de éste documental, uno de los cuatro estrenados en la semana. No por su realización, absolutamente convencional, sino por el objetivo de plasmar en una obra cinematográfica la vida de una persona que le dio un vuelco importante al concepto de la fotografía como arte. “Grete, la mirada oblicua” es la historia de Grete Stern, la fotógrafa de su época que nació en Wuppertal, Alemania, en 1904.
Los directores, Matilde Michanie y Pablo Zubizarreta, tienen una evidente admiración por la artista que eventualmente se enamoró de un tal Horacio Coppola y se instaló en nuestro país luego de haber estudiado dibujo, música… Como toda persona en búsqueda de expresarse de la manera que mejor la identifique Grete se volvió discípula de un grande como Peter Hans, para luego abrir su propio estudio en Berlín, junto con una compañera, y así convertirse en una cronista particular de su época.
Desde la propuesta se nos invita a conocer a una fotógrafa caracterizada por su tipo de encuadres al momento de disparar su cámara. Ese momento que dura (obviedad mediante) la vigésima cuarta parte de un segundo, tiene una mezcla de instinto primario con el deseo de contar algo. Incluso si es un retrato y su manera de plasmarlo (de ahí la segunda parte del título).
Quién escribe ignoraba por completo la existencia de Grete Stern. El producto final cumple entonces con una de las premisas a tener en cuenta a la hora de abordarlo: Que quien lo vea entre al cine (aún sin saber nada) y salga con una idea clara de quién, qué y por qué está retratado en una película.
Más allá de una compaginación que rebota entre entrevistas, el largo viaje de los responsables de esta producción para buscar las raíces de su historia, y obviamente las fotografías de Grete, hay algo del orden de lo solemne, en especial en la narración, que pone una distancia fría en el desarrollo. Cómo si se le endilgara a esta vida de artista cierto aire dramático, acaso innecesario.
Para poder apreciar éste documental hace falta tener una conexión especial con la fotografía. Una colección de nombres y referentes, sumados a la opinión de los especialistas, nos acercan al personaje en un lenguaje didáctico pero, a la vez, por pasividad narrativa, alejándonos del tema enfriándolo.
Es cierto, dada las características del personaje, mucho de lo que vemos aquí parece el tomo “X” de una gran colección de la historia de la fotografía, que por cierto también da una vastedad que pocos pueden abarcar (me incluyo).
“Grete, la mirada oblicua” se asume como una suerte de ensayo sobre una rama del arte (bienvenidas las palabras de la alemana con las cuales comienza), menos explorada en términos cinematográficos lo cual establece una gran paradoja. ¿Qué sería del cine sin la fotografía? Seguramente hay materia prima para desarrollar aún más esta pregunta. Esta es una de las puertas.