Cuento que no es cuento
Oz Perkins dirige esta revision de la fábula de los hermanos Grimm, en la que la importancia de los roles se invierte, presentando a Gretel como la mayor de los dos hermanos que sufren la pérdida de sus padres a causa de la peste y huyen a través del bosque con la esperanza de ser salvados por un grupo de leñadores que, en teoría, les enseñarán oficios y les permitirán vivir de ellos en el futuro. Pero las cosas no salen como se esperaba (esto si remite al cuento original) y se encuentran con la casa de la famosa bruja.
Aquí es donde la historia se modifica y Gretel toma el mando, convirtiéndose en una aprendiz de hechicera ideal que va recibiendo cada día mensajes más poderosos entre sueños y logra una comunicación con el más allá que le hace ver que su poder y sus capacidades mágicas aumentan.
Sophia Lillis, con su look que se mueve entre la languidez, la androginia y una imagen aniñada que parece perpetua, interpreta muy bien su papel, y cumple con lo que la historia le va pidiendo. Sus cualidades como actriz son indiscutibles y sostiene el relato por fuera de las intenciones del mismo.
Lamentablemente, el director que me sorprendió hace algunos años (más precisamente en 2016 ) con Soy la cosa hermosa que vive en esta casa, con un terror agobiante, un manejo de lo femenino muy interesante, una segunda capa de lo fantasmagórico recorriendo todo el film, en este caso no puede repetir y la película, de excelente factura técnica, no sostiene el relato que recorre a la deriva casi la mayor parte de su duración, y si no fuera por la excelente fotografía a cargo de Galo Olivares, la maravillosa ambientación, y, como ya dije antes, la interpretación de Lillis, sería una película un poquito olvidable en una vorágine de producción que no cesa y entrega todo el tiempo títulos con los que sorprenderse (o no), semana tras semana.
Gretel & Hansel es una película perfecta en lo técnico pero que, en su afán por brindar una nueva versión del cuento clásico ajustada a los tiempos y los cambios sociales, cae por su propio peso al poner por encima del relato las intenciones y no la construcción del mismo para poder transmitir las mismas luego.