."Gretel y Hansel", una relectura en clave feminista
El director Oz Perkins invierte los roles para adaptar el conocido relato al paradigma actual.
Casi desde su fundación, la industria del cine se encargó de confirmar la riqueza de los cuentos de hadas, apropiándose de su potencia para alimentar una usina que siempre necesita hallar nuevos yacimientos de relatos para mantenerse en movimiento. Gretel y Hansel: Un siniestro cuento de hadas, novedosa versión del clásico Hansel y Gretel filtrada por el imaginario y los recursos del cine fantástico y de terror, abreva justamente en el universo de la narrativa popular más tradicional. Un juego que, por otra parte, no es la primera vez que se realiza ni con los cuentos de hadas en general, ni con la historia de los dos hermanos abandonados en el bosque en particular.
La inversión en el orden de los nombres en el título, colocando a la hermana delante, tiene varias interpretaciones posibles. Aunque quizá lo más oportuno sea leerla como un intento de adaptar el relato clásico al paradigma feminista actual, una idea que se sostiene en numerosas justificaciones narrativas. Al revés del cuento, acá Gretel es la mayor, una adolescente, y sobre ella pesa la responsabilidad de cuidar al pequeño Hansel. Sus padres han muerto a causa de la peste y la hambruna ha devastado la aldea en la que viven. La tragedia los obliga a atravesar el bosque en busca de una utópica comunidad de leñadores que, según creen, los recibirá, cuidará de ellos con gusto y les dará un oficio. Pero ya se sabe lo que encontrarán en el camino.
La disolución familiar coloca a Gretel en el doble rol de asumir la representación de la figura materna, en tanto siente el impulso y el deber de mantener viva la ilusión de un hogar, pero también el instinto paterno de velar por Hansel en un mundo que es percibido como una amenaza. El resultado es una figura fuerte como la que en la actualidad reivindica para sí el colectivo femenino. Esa dualidad es representada con eficacia por la actriz Sophia Lillis, la joven pelirroja de IT, del argentino Andy Muschietti. Gretel y Hansel juega con la imagen andrógina de Lillis para potenciar la fusión y darle al relato un oportuno anclaje contemporáneo. Dicha intención se confirma de forma temprana cuando Gretel rechaza tanto trabajar como sirvienta para un burgués que trata de imponerle “servicios adicionales”, como la reclusión en un convento, ambas alternativas impuestas por la madre agonizante.
Con una estupenda labor de arte y fotografía, y una relectura del clásico en clave pesadillesca que por momentos evoca a los trabajos del británico Peter Strickland, Gretel y Hansel resulta estimulante a partir de su enfoque diverso (pero deudor del original) y de la construcción de un mundo oscuro tanto en lo narrativo como en lo visual. Pero también por el complejo abanico simbólico que despliega para re-apropiarse y reinterpretar a los arquetipos clásicos, en busca de encontrar en ellos nuevas formas de representar lo femenino y sus particularidades. En ese intento, que a veces también puede volverse un poco obvio, está lo mejor de este trabajo.